El lobo siempre ha convivido con el hombre, bien es cierto que esa convivencia nunca ha estado exenta de polémica, pero sin llegar a generar la tensión actual. No hay mes sin que arrecie el fuego cruzado sobre el lobo.
Ecologistas, ganaderos y Administración tensan la cuerda, con los cazadores a la expectativa sin saber muy bien a que atenerse.
El lobo aunque algunos no quieran reconocerlo en publico, (si lo hacen en privado), es un animal político, genera votos en la ciudad y los resta en el campo.
Desde la administración no han sido capaces de encontrar el equilibrio necesario entre lo sociológico y lo ecológico, y casi siempre las decisiones que se adoptan obedecen mas a satisfacer las presiones y reducir en la medida del posible la tensión que en buscar líneas de actuación encaminadas a buscar un plan de gestión del lobo serio y coherente.
Es el lobo en nuestra región una especie conflictiva, la magnitud económica del problema no equiparable al conflicto social que genera, y a pesar de los esfuerzos por controlar sus poblaciones, el problema se agrava cada vez mas, hasta llegar a convertirse en un conflicto social que representa símbolos opuestos para grupos sociales muy dispares.
No podemos estar de acuerdo con la política de gestión del lobo llevada a cabo en nuestra región. La Administración regional se ha empeñado desde el primer momento en adoptar decisiones salomónicas, y estas nunca son buenas, es muy difícil contentar a todo el mundo.
Asturias fue pionera en aprobar en el año 2002 un plan de gestión del lobo, pero sin conseguir que este haya desembocado en un beneficio sustancial a los colectivos implicados ni tampoco a la propia especie, el plan ha fracasado rotundamente.
Es el momento de tomar decisiones, y si en Castilla y León son capaces de conjugar protección y aprovechamiento cinegético, no entiendo que en Asturias no seamos capaces a hacer lo mismo. Curiosamente la comunidad vecina es la única que esta obligada por la legislación europea a proteger parte de su población de lobos ubicada al sur del Duero.
No debemos dejar que el problema se siga enquistando, debemos buscar soluciones consensuadas entre todos los colectivos que permitan la convivencia del lobo y el hombre, como siempre ocurrió.
Es el momento de hacer el lobo especie cinegética y aprovechar los recursos que genera esa gestión, recursos que deberían reinvertirse en esas zonas rurales que conviven diariamente con el lobo.