En la provincia de Ciudad Real
hay más aeródromos privados
que en ninguna otra. Operan, al menos, seis
pistas con sus códigos de
Aviación Civil. Y otras dos
están en tramitación. Cinco de
ellos están pensados para dar servicio
a grandes cotos de caza. Son una pieza crucial
en el sistema de cacerías de lujo de
Castilla-La Mancha que se desarrolla en buena
parte en la zona de reintroducción de
lince ibérico.
Comerciales o de uso exclusivo, estas
fincas están pensadas para ofrecer el
máximo número de presas a
los visitantes. Especialmente perdices rojas.
Llegan escopetas de todas partes del mundo
para participar en estos ojeos masivos y
exclusivos. Y vienen con la garantía de
los organizadores de contar con un volumen
mínimo de piezas: 400, 500, 600 por
jornada. Una sabana europea donde el
león es la perdiz.
Mientras, en un juzgado de Ciudad Real,
se acaba de juzgar el 21 de abril la muerte de
un lince. El animal tuvo el infortunio de caer
en una caja trampa colocada por el gestor de
uno de estos cotos de superlujo con acceso
aerotransportado. Esa gestión
cinegética se basa en eliminar
competidores a las escopetas. Ningún
depredador natural debe reducir el
número de trofeos disponible. En la
trampa cae un zorro. Un gato. O un lince en
peligro de extinción.
Llevaba radiotransmisor
Pero se dio la circunstancia de que este
era un ejemplar con nombre propio. Se
llamaba Grazalema y pertenecía al
programa de reintroducción de la
especie. Eso hizo que portara un
radiotransmisor. El silencio de su señal
alertó de su desaparición. Y con
ella, el desperdicio de 240.000 euros de dinero
público invertidos en cada lince
reintroducido.
Grazalema murió en 2011
apresada en una trampa para depredadores en
un coto llamado Barranco de la Gomera. Como
titular del coto aparecía la sociedad
Adin Inversiones 95. Contra ella ha ido la
acusación de la Fiscalía de
Medio Ambiente y la asociación
Ecologistas en Acción. Se pide dos
años de prisión para el
administrador y una indemnización de
entre 90.000 y 180.000 euros.
Esta empresa es, además, la
operadora del aeródromo La Perdiz
(código LEIZ). Una pista dedicada a
recibir aviones «de toda Europa». De la pista,
los viajeros van a hacer «ojeos de perdiz» ya
sea en el Barranco o en otra finca llamada La
Nava. Durante la vista en el juzgado de lo
Penal nº1, la acusada ha asegurado que
no sabía que podía rondar un
lince por allí. Y que no
pretendía matarlo, según
cuentan fuentes judiciales.
Después del proceso por
Grazalema, quedan pendientes otros dos por
iguales motivos: la eliminación de
carnívoros terminó por matar a
sendos linces recuperados. Al estar
radiomarcados, se destapó su
muerte.
Uno de ellos se llamaba Kenitra.
Murió a tiros y también
había sido criado para repoblar la
especie en Ciudad Real. Falleció en
octubre de 2014 mientras se realizaba una
batida de zorros. Se quería limpiar el
coto Las Navas de la Condesa –de uso
privado–. Esta finca también
cuenta con un aeródromo para recibir a
los cazadores: la pista Viso del
Marqués (LEVI), propiedad de Jaime
Botín Sanz.
No es el único famoso coto privado
de caza de la familia Botín en Ciudad
Real. Ni el único al que se puede
acceder por aire. El aeropuerto El
Castaño (LECT) sirve a la finca del
mismo nombre. El propietario de la pista es la
sociedad Agropecuaria el Castaño que
tiene a la cabeza a Francisco Javier
Botín Sanz.
Otro de los aeródromos privados
de la región es el denominado San
Enrique (LESE). Su titular es otra empresa:
Gubel S.A. que tiene como apoderado, aparte
de la familia dueña de Prosegur, a Pedro
de Borbón Dos Silicias. Este familiar
del rey Felipe VI posee un reputado coto en
Ciudad Real: La Toledana, en la zona del
Parque Nacional de Cabañeros.
Hileras de 240 lazos
Mantener el negocio del turismo
cinegético de lujo exige poner piezas a
disposición de los cazadores. Nadie
viaja miles de kilómetros para disparar
a dos o tres perdices. Los cotos
superintensivos se basan en asegurar
éxitos.
La caza de perdiz roja ha sido tan grande
que, al final, se ha tenido que recurrir a la
suelta de aves criadas en granjas para
satisfacer la demanda cinegética. En
2012, último dato disponible del
Ministerio de Medio Ambiente, se soltaron 1,5
millones de perdices para alimentar 541 cotos
intensivos.
Miguel Ángel Hernández,
de Ecologistas en Acción, explica que
estos animales de granja no tienen las mismas
habilidades en libertad, lo que convierte esas
fincas en «muy atractivas para los
depredadores». Pero eso mismo los coloca en
el punto de mira de los gestores. Les
menoscaban el negocio.
El ecologista recuerda que tras conocerse
el caso de Grazalema, «se prohibieron las
cajas-trampa pero se pasó a los lazos».
Ahora se utiliza la técnica del alar. Se
trata de una barrera artificial vegetal a la que
se le abren unos pasos para que los animales
crucen por esos puntos. Ahí se colocan
los lazos cada 20 metros. «Cada 500
hectáreas se puede colocar un alar en
Castilla-La Mancha con 240 lazos cada uno. Es
una técnica superintensiva». De hecho,
Kairós, el tercer ejemplar del programa
Iberlince de recuperación muerto por
moverse por un coto de caza cayó en
un lazo. El proyecto Iberlince se ha financiado
con 70 millones de euros de fondos
públicos. El 60% proviene de la
Unión Europea.
Negocio en marcha
Otra de las empresas que se dedica a
organizar ojeos de perdiz de lujo en esta zona
es Cacerías Azor. Y, de igual manera,
está registrada como operadora del
aeródromo La Calderera. Esta pista
aparece sin actividad y la sociedad explica que
recoge a sus cazadores en Madrid. Regentada
por la familia Landaluce Galbán,
asegura que es «la organizadora de
cacerías de perdiz roja más
antigua de Europa» y que trabaja «en
más territorio que todas su
competidoras juntas».
El negocio no se para. El pasado 3 de
marzo, el Boletín Oficial del Estado
sacó a información
pública el proyecto de un nuevo
aeródromo privado pensado para llevar
cazadores internacionales a una finca de La
Mancha donde abatir perdices rojas.
Se ha nombrado La Cuesta, igual que la
finca. Su estudio ambiental resume: «La
principal función es promocionar la
explotación cinegética y el
turismo rural de lujo». Y remacha explicando
que «el cliente, en su inmensa
mayoría, vendrá con el
avión de su propiedad».