El 12 de octubre se
levantó la veda para la caza de la
perdiz roja, que podrá abatirse hasta
finales de diciembre. Para la modalidad con
reclamo, el periodo hábil es del 18 de
enero hasta el 7 de marzo. Al igual que en
años anteriores, demasiados
días para tan poca caza.
La temporada que arranca vuelve a
hacerlo con malos augurios. La
población de perdiz roja, emblema de
la caza menor, lleva años en decadencia
pese a los esfuerzos realizados por las
sociedades de cazadores para incrementar su
población.
Las restricciones voluntarias en cotos para
recuperar la especie no han dado los
resultados esperados. El presidente de la
sociedad de cazadores de Aguilar de la
Frontera, Cristóbal Reina, así lo
confirma. «En nuestra zona hemos
decidido cazar sólo tres días de
los más de 30 que hay
autorizados». Y no es la única
excepción. Estas restricciones abarcan
a toda la campiña. Así, en cotos
de Monturque o Moriles se han fijado los
mismos días y en Cabra se han
autorizado sólo dos. Más
significativo es el caso de Montilla,
«donde hay un coto con una granja
propia que suelta al año entre 10.000 y
11.000 ejemplares y que sólo ha
autorizado seis días de caza»,
señala Reina.
El declive de la perdiz roja
comenzó, según los cazadores
consultados por ABC, hace unos 15 años
y, desde entonces, todos los esfuerzos han
sido en vano. Y lo seguirán siendo,
porque «la caza tiene un impacto
relativo sobre las poblaciones de
perdiz», señala el presidente del
Colegio de Veterinarios, Antonio Arenas, quien
apunta a que el descenso de esta especie se
debe a un cúmulo de factores.
Entre ellos la agricultura y los
monocultivos, como es el caso del olivar,
donde se emplean herbicidas «que dejan
los olivares más limpios que el
salón de mi casa», señala
con ironía el representante de los
cazadores de Aguilar. Al no haber
vegetación junto a las cepas de los
olivos se priva a esta especie de poder anidar
en condiciones. «Los polluelos son pasto
de todo tipo de rapaces, desde ratas, jinetas
hasta mochuelos», indica Reina.
Insecticidas
Los insecticidas también tienen un
impacto negativo en la alimentación de
la perdiz al acabar con las hormigas y los
saltamontes, su principal sustento.
El presidente de los veterinarios
cordobeses apunta a otro factor: la propia
gestión del hábitat. Arenas
indica que con el monocultivo se ha acabado
con técnicas que eran muy aceptadas
antes, como los mosaicos de cultivos, donde se
dejaban terrenos sin cultivar. Ahora, con los
tractores, se entra en cualquier zona y se
aprovecha todo el terreno posible . «El
monocultivo es muy perjudicial para esta
especie», sentencia Arenas.
Otro factor es el declive de otras especies
depredadas. Cuando desciende la
población de conejos, por ejemplo,
«las especies depredadoras
desvían su atención hacia
otras, como puede ser la perdiz, la codorniz o
la paloma torcaz». Y luego está
la injerencia del ser humano en la
genética del animal. Al repoblar los
cotos se «bastardea» la especie,
afirma el presidente de los veterinarios.
«No es que se mejore ni empeore la
especie», señala, «el
problema es que el hombre selecciona a los
reproductores y los suelta en el campo, con lo
cual se está interviniendo de una forma
muy decisiva en la
genética».
No obstante, Arenas fue tajante. Pese a
ser una pieza cada vez más escasa y
en declive como trofeo de caza menor,
«la perdiz no está en peligro de
extinción, no es una especie
amenazada».
La climatología tampoco ayuda a la
especie. Los granizos o tormentas de mayo,
por ejemplo, influyen en la
reproducción de la perdiz, que no
puede criar con éxito sus polluelos, que
mueren bien ahogados bien por la fuerza del
granizo. Al ser un animal territorial, la
población queda seriamente mermada
en las zonas con lluvias torrenciales durante la
reproducción.
La falta de vegetación para anidar
y resguardecerse, los insecticidas que acaban
con su dieta, su mayor depredación por
la escasez de otras especies, la mano del
hombre en su genética, la
climatología… Demasiados factores en
contra de una especie cuyo canto tiene
legiones de seguidores en la provincia.