Hace casi veinte años que ADECAP analizó varias semillas de cereal de siembra y denunció que el color rojizo que las envolvía era cianuro tóxico que acababa con las perdices que las comían, entre otras especies. Un grito en el desierto por aquel entonces que Juan Antonio Sarasketa no olvidó ni mucho menos abandonó a pesar de todas las trabas surgidas por el camino.
Una verdad que todos dicen saber pero que nadie ha puesto en valor; las semillas de cereal que se compran tratadas para sembrar, las «certificadas», contienen ingredientes químicos de protección que aseguran su futuro en la tierra y repelen a numerosos hongos, parásitos, insectos y animales susceptibles de comérselas. Entre ellas, la «reina» de la avifauna española, la perdiz roja española, de cuya progresiva desaparición se ha culpado históricamente a los cazadores. En el colectivo cuántas veces se ha escuchado aquello de «mata más la receta que la escopeta», en referencia a la química abusiva utilizada en tareas del campo, pero qué poco ha trascendido luego en la sociedad.
recursos cinegéticos Ahora quien ha puesto el dedo en la llaga ha sido el Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos, IREC, dependiente de la Universidad de Castilla La Mancha, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC (el mayor organismo público de investigación de España y el tercero de Europa) además de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha, JCCM. El IREC es un centro multidisciplinar que combina experiencia en ecología, biología, veterinaria y producción animal para plantear investigaciones en el campo de la gestión y conservación de la fauna silvestre. Sin duda la mayor autoridad científica, seria y prestigiosa a nivel estatal en estas materias, quien ha destacado que el «proyecto semillas» patrocinado por ONC y RFEC ha «impactado» con los primeros resultados.
siembra Y es que el proyecto de Identificación y cuantificación de los efectos de los plaguicidas agrícolas en la perdiz roja en España realizado con la colaboración de la Fundación Biodiversidad y que iniciado en marzo durará tres años, ha dado sus primeros resultados, muy preocupantes, según se desprende del primer informe parcial. Para no aburrir con términos técnicos, los primeros estudios revelan que dos fungicidas (tiram y difenoconazol) y un insecticida (imidacloprid), utilizados en el «blindaje» de semillas, resultan letales a las perdices, según el equipo investigador dirigido por Rafael Mateo.
La transformación del medio a través de la intensificación agrícola, la modificación de terrenos para su uso agrícola, la disminución de recursos alimenticios y la pérdida de zonas de cría y refugio no son ajenas. Pero la puntilla llega con el uso de productos fitosanitarios y plaguicidas. En otoño, cuando se siembra el cereal, las aves, con menos recursos alimenticios, consumen las semillas que no han penetrado lo suficiente en el suelo y sus efectos son los que se están ahora estudiando, ya que la ingesta puede acarrear consecuencias graves y la muerte del animal. Algunos por tierras castellanas ya se lo han tomado como otra campaña contra los agricultores pero esta idea es errónea; el veneno perjudica siempre a todos, y más al medio natural. Y además se puede evitar. De hecho, la propia UE está revisando los temas de plaguicidas.
En la nota conjunta emitida por la Oficina Nacional de la Caza, Real Federación Española de Caza y la Fundación Biodiversidad, recuerdan que «los cazadores buscan con este y otros proyectos concordantes (genética, mapa de pureza, niveles hormonales de perdiz, etc.) frenar el declive de la reina de la caza menor antes de que desaparezca».
Resulta curioso que sean los propios cazadores los que tengan que impulsar estos estudios que les benefician a ellos para también a todo el medio natural.