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Los cazadores engrasan sus armas

Septiembre se acerca cargado de pólvora. En otras comunidades los cazadores ya han empezado a disparar, pero en Asturias la temporada de caza mayor no se da por iniciada hasta el jueves día 2, con la autorización para hacer las primeras batidas de jabalíes y venados. Los aficionados a la caza menor deberán en cambio aguardar al domingo 17 de octubre.

La noticia va más allá de los propios aficionados. En una sociedad cada vez más urbanita, capaz de aprobar la abolición de los toros en regiones como Cataluña, la afición por madrugar para matar animales no vive sus mejores momentos. Ahora hay unas 14.000 las licencias de caza en vigor en la región. En 1986 eran más del doble, 31.500. Los cazadores «estamos en declive», reconoce Arturo Nicolás Valiente, del coto de Piloña. «A los jóvenes no les gusta madrugar, y esto de matar animales cada vez está peor visto», respalda José Manuel Rancaño, de la Asociación de Empresas Cinegéticas del Principado (Asocipas). «Sólo ahora estamos teniendo algún caso de mujeres que se incorporan a la afición, y con muy buena puntería por cierto», agrega.

El problema es que este despliegue de armas cumple una función reguladora en los montes asturianos: impiden que las especies cinegéticas desequilibren el ecosistema y colonicen zonas que son propias de otros animales. Los informes de la Universidad de Oviedo calculan que cada año aumenta un 7% el censo de jabalíes y corzos.

De ello pueden dar cuenta los vecinos que, cada vez en mayor número, se quejan por los daños que los jabalíes provocan en las inmediaciones de Gijón y Oviedo. Hace una década se abatían 3.400 cabezas. El año pasado, en cambio, se alcanzó el récord de 8.500 jabalíes abatidos.

«Todavía nos quedamos cortos», matiza José Manuel Rancaño. «Nos vino el temporal de nieve y ahí tuvimos que parar; el resultado es que por cada hembra que dejamos viva, ahora habrá en el monte entre cuatro y siete crías», abunda. «Son demasiados, y este verano están causando mucho destrozo», informa. Las condiciones permiten por tanto prever que «este año, si nos respeta el tiempo, podemos batir la marca y llegar a los 10.000 jabalíes muertos».

Caro enemigo

Hay algo más que deporte en la muerte del jabalí. Para los aficionados se ha convertido casi en una cuestión de supervivencia. El pasado año, por ejemplo, el coto de Arturo Valiente disponía de un presupuesto de 300.000 euros. «Pues 145.000 se nos fueron sólo en pagar los daños causados por los jabalíes», lamenta el presidente.

Es un desembolso que los aficionados enfrentan «cada vez con menos apoyos», asegura Amante Méndez, presidente del coto de cazadores El Narcea. «Antes el Principado te ayudaba más; ahora a nosotros por ejemplo nos dieron 6.500 euros, algo que no da ni para cubrir el canon cinegético de 7.220 euros que te reclaman por otro lado». En el capítulo de gastos, Méndez también recuerda los 11.000 euros del seguro, los 7.800 en tarjetas federativas y los 140.000 para la nómina de los guardas.

«Cada vez somos menos cazadores para cubrir todos estos costes, así que o nos empiezan a ayudar o este deporte volverá a ser como antiguamente, algo exclusivo para los ricos», advierte. Los aprietos económicos hacen del cazador un aficionado con varios enemigos. El primero, ese jabalí «al que le tenemos ganas, es la verdad», admite Gustavo Gómez, presidente de la sociedad de cazadores El Avellano, de Pola de Allande.

«Nos están haciendo mucho daño, este verano más que ninguno; se meten en las siembras, lo destrozan todo y, claro, el campesino te pide una factura que ahora tenemos que procurar reducir», relata. El 85% de las compensaciones que afrontan las sociedades son provocadas por esta especie.

El asunto enrarece así también las relaciones entre cazadores y agricultores, los dos colectivos principales en un medio rural que pierde efectivos. Cuesta encontrar algún presidente de coto que no deslice el mismo comentario: «Hay campesinos que sí se portan bien, aceptan que les cerques la finca y cuidan que se mantenga la instalación, pero otros ponen tan poco de su parte que parece que lo único que esperan es a que entre el animal para reclamarte el dinero».
 
El tercer enemigo lo encuentran en la carretera. En 2003 fueron 444 los accidentes de carretera provocados por el cruce de fauna silvestre. En 2009 la cifra rebasó los 600. La legislación prevé que, cuando un conductor colisiona con un animal, hay tres posibles responsables: el titular de la carretera (Fomento o la Consejería de Infraestructuras) por no haber asegurado el cercado de la vía; el coto, por no haber cerrado bien su reserva, o el conductor. «Da lo mismo las opciones que ofrezca la ley; aquí, al final todos los jueces nos cargan la factura», refiere Gómez.

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