«Cualquiera podría pensar que nosotros estaríamos encantados si nos permitieran cazar ahora. No es cierto. Nos parece una barbaridad y ningún cazador va a disparar un solo tiro en época de cría».
Así de contundente se ha pronunciado el presidente de la sociedad de cazadores de Sueca, José Badía, que prueba estos días un mecanismo para ahuyentar a los patos de los tancats, y que pretende evitar tomar medidas tan drásticas como la que ha autorizado esta semana la Conselleria de Medio Ambiente, y que permitiría cazar collverds para proteger la siembra del arroz. No son los únicos. Ni en el Palmar, ni en Catarroja, ni en Silla, los cazadores aceptan la posibilidad de desempolvar la escopeta en pleno mes de mayo para acabar con los patos que estos días anidan en el lago de la Albufera.
Muy contundente fue Antonio Mas, presidente de la sociedad de cazadores de Catarroja. «La Conselleria busca ahora sicarios para que le solucionen un problema que llevamos años advirtiéndoles». Mas asegura que los cazadores «somos los más interesados en mantener el ecosistema, y permitir ahora la caza es un asesinato».
Lo cierto es que el sector ofrece razones contundentes para no pegar un tiro en plena época de cría. «Los patos están muy delgados, están nidificando y no se puede distinguir si el animal es macho o hembra», advierten. El año pasado la Conselleria ya propuso el descaste de patos y la respuesta de los cazadores fue la misma. «Abren la veda y recortan los días. Si se permitiera cazar los fines de semana de febrero esto no hubiera ocurrido», asegura el presidente de la sociedad de este municipio, Manuel Marcos.
El alcalde de Silla, Francesc Baixauli, ya anunció que no iba a permitir que se disparara en su término municipal. «Es un nuevo error de Conselleria, que estaría solventado si se hubiera indemnizado a los agricultores afectados por la superpoblación de patos». Unas ayudas que dejaron de entregarse en 2009, y que permitían paliar estas pérdidas. «Ahora que no les sufragan los daños es cuando reclaman», critican desde Catarroja.
Por ello, los cazadores prueban nuevos sistemas, como el ahuyentador de patos, que ya se usó hace unos años en la ciudad de Valencia cuando fue tomada por una plaga de estorninos. «Y funcionó, el problema es que no tiene demasiado alcance», explica José Badía, que cree que haría falta al menos uno de estos ahuyentadores por tancat. «Y cuestan 300 euros».
Durante los primeros 20 días después de la siembra, los patos hacen estragos. Hasta que comienza a crecer la planta, se comen el grano y provocan unas pérdidas de miles de euros a los agricultores, que piden ayuda.