Alberto Esteban Aragón y
Daniel Muñoz Molina son dos guardas
rurales que desarrollan su actividad entre las
provincias de Salamanca y Zamora.
Empezaron a trabajar hace cinco
años en los bosques de utilidad
pública dentro del programa de
regulación micológica que
estableció Micocyl, con la Junta de
Castilla y León, y gestionado por
Cesefor, la entidad soriana dedicada a la
conservación de los recursos
naturales.
Una docena de guardas que empezaron a
trabajar en aquel entonces vieron en la
micología un nicho de empleo a crear
una entidad, con una imagen propia.
Así crearon ´Vigilancia Rural
Salamanca¨. De aquellos doce,
actualmente permanecen cinco guardas que
atienden Salamanca y Zamora, aunque
están intentando abrirse paso en
Ávila. Alberto Esteban reconoce que en
el resto de la Comunidad apenas tienen
contacto con otros profesionales. Tan solo con
‘Fedguard’, una asociación de guardas
con la que comparten formas de pensar y
trabajar.
Los guardas rurales trabajan en suelo
rústico. Su misión es vigilar,
proteger y conservar la propiedad de bienes y
derechos en el medio rural. A veces, su
empleo está vinculado a la
Administración pública y son
considerados una especie de ‘policía
rural’, dotados de más autoridad y bajo
una legislación aplicable a abusos del
espacio público, lindes, vertidos,
sondeos o todo lo relacionado con la caza y la
pesca.
Aunque son una empresa privada, este
guarda rural reclama mayor atención
por parte de la administración, y
denuncia el abandono que padecen los pueblos
pequeños que, en algunas ocasiones y
debido a su tamaño, no cuentan ni con
servicio de Guarda Civil cercano. De
ahí, que negocien con mancomunidades
o con la Diputación a través de
un proyecto de regulación del
Guarderio Rural.
El motivo al que aluden las instituciones
para no tenerles en cuenta tiene que ver
principalmente con motivos económicos
y con los recortes que llevan a cabo desde
hace algunos años, «pero no entienden
que esto es una pequeña
inversión que compensa enormemente
las pérdidas que tienen ganaderos,
agricultores y empresarios del mundo
rural».
La Guardia Civil, el Seprona o los Agentes
Medioambientales no pueden ocuparse de todo
el suelo rústico, señala Esteban.
Sobre todo de la cantidad de robos que se
producen en el campo. Porque no solo roban
cobre, añade, es que también
están robando animales.»Que le roben
a un ganadero una partida de 30 cochinos, o a
un criador de galgos casi todos sus perros o
que le destrocen a un agricultor su
instalación de riego robando el
transformador o el motor, son problemas que
nosotros podríamos evitar, por no
hablar de los robos que se producen en
infraestructuras públicas».
Aunque se han movido sobre todo por
montes de utilidad pública de La
Alberca, Candelario, El Cabaco, Nava de
Francia, Lagunilla o Sotoserrano,
también trabajan en cotos de caza de
Villamor de los Escuderos, al sur de
Zamora.
El resto de España
La figura del guarda rural también
existe en el resto de España, pero de
forma más estabilizada y regulada con
respecto a Castilla y León. De esta
manera, son considerados una figura semi
pública de autoridad en el mundo rural
con capacidad para cursar denuncias de
manera que el trámite está
canalizado por una misma vía
administrativa. Si en la región fuera
así, subraya Esteban, se
solucionarían un montón de
problemas y las sanciones repercutirían
directamente de manera positiva en los
propios municipios.
Algo que ya ocurre en comunidades como
Castilla-La Mancha, Valencia,
Andalucía, Cataluña o Navarra y
el País Vasco que están muy
avanzados en relación con el resto del
país. Castilla y León es una
comunidad «bastante atrasada» en este sentido
y los ciudadanos no conocen la figura del
guarda forestal, de ahí que se
estén dando los primeros pasos para
reivindicar esta figura.
Las competencias de un guarda rural
tienen que ver con la vigilancia y
protección del medio rural.
Explotaciones agrícolas, madereras,
ganaderas, instalaciones eólicas y
fotovoltaicas, acuíferos, cotos,
vías férreas, campings, es
decir, todo lo relacionado con el suelo
rústico y que está sin
regulación, además de todas
aquellas que, estando bajo el amparo de la
Administración, recojan este tipo de
funciones.
Aunque estos guardas rurales pertenezcan
al rango de la propiedad privada, mantienen
contactos y reuniones periódicas con la
Guardia Civil y el grupo Roca para tratar de
coordinar su trabajo. La colaboración
entre unos y otros es total, pero «el volumen
de incidencias que se producen en el campo
son demasiadas para poder cubrirlas sin la
ayuda de profesionales como nosotros», afirma
Esteban. Por eso reclaman a empresas,
instituciones, asociaciones profesionales como
Asaja, o comunidades de regantes que se les
tenga en cuenta y que no vean su
contratación «como un mero gasto,
sino como una solución».
El caso de los cotos de caza
En todas las revisiones de la Ley de Caza
desde el año 94 hasta el 2014, el
artículo 70 del título 10, que
habla de la vigilancia, dice expresamente que
«todos los cotos cuyos propietarios sean
asociaciones de cazadores o entidades
relacionadas con ellos, deberán contar
con un servicio de vigilancia contratado por
ellos mismos». Pero, en realidad, la
interpretación que se hace de la ley no
pasa por el cumplimiento de la misma y
consideran dicha contratación como
«algo opcional», explica Esteban.
Por este motivo, la única
alternativa posible para poder trabajar en los
cotos es ofrecer presupuestos «ultra reducidos»
con contratos anuales pero con 36 jornadas al
año de cuatro horas para que se
repartan entre los días de caza y de
media veda. «Pero lo ideal sería
prestar nuestro servicio en el coto durante todo
el año».
Lo que demandan los guardas forestales a
los responsables de las distintas
administraciones es que «no abandonen los
pueblos, que abran nuevos nichos de empleo
que han quedado ocultos con el tiempo y que,
probablemente sean una vía para que
el mundo rural vuelva a surgir».
Por ahora, el trabajo de estos
profesionales consiste en «sembrar», en hacer
sus propuestas a quien quiera escucharlas para
que, algún día, dé
resultados y puedan seguir trabajando por la
conservación de nuestro entorno
natural.