La Federación Vasca de Tiro quiere evitar problemas y malentendidos con los vecinos de Mariturri después de la aparición en los últimos meses, sobre todo en el recién concluido agosto, de balas en las fachadas de las viviendas o incluso en el interior de los pisos de la calle Boulevard de Mariturri, según desveló EL CORREO. Por ello, y sin esperar al informe del perito, la entidad deportiva ha decidido cubrir por completo la instalación, «siguiendo el consejo que nos dio Intervención de Armas» de la Guardia Civil, explica Patxi Alonso.
El presidente de la federación es consciente del importante desembolso que deberán asumir, «pero pediremos préstamos a los bancos o haremos lo que haga falta» para que no se repitan hechos como los denunciados.
La entidad mantiene la hipótesis de la existencia de «uno o varios saboteadores» que quieren cerrar el recinto ubicado en Las Colinas. «No lo vamos a permitir», asegura Alonso, que añade que la Guardia Civil «está haciendo bien su trabajo, preguntando con mucho tacto e investigando comportamientos» para dar con el autor o autores de los disparos.
Al margen de este procedimiento, el colectivo de tiradores -que cuenta con 3.300 afiliados en todo el País Vasco- también realiza su trabajo. «Ya hemos hablado con un arquitecto para que nos haga un presupuesto y desde la junta directiva le podamos dar el visto bueno. Sabemos que es un obra de envergadura pero hasta que no esté terminada no vamos a abrir otra vez el campo», sostiene el presidente de la Federación de Tiro.
Balas blindadas del calibre 9
No en vano, la instalación mide 100 metros de largo por 30 de ancho «y queremos hacer un cajón para que no salga ni el aire». La obra será progresiva, «primero con un tramo de 25 metros». «Y no abriremos hasta que no esté concluida del todo. Sabemos que costará meses», añade Patxi Alonso.
En esta instalación, cerrada desde el 6 de agosto -cuando en las comisarías de la Ertzaintza y la Policía Local de Vitoria se cursó la primera de las cuatro denuncias en ese mes-, se permite el uso de armas de fuego reglamentarias y también se efectúan prácticas y exámenes de vigilantes jurados y similares.
Las balas encontradas por los vecinos son blindadas y del calibre 9 milímetros ‘parabellum’, la munición habitual entre las Fuerzas de Seguridad del Estado y los escoltas privados, alrededor de 2.500 en el País Vasco. Hace unos meses, una de ellas impactó a dos metros de un operario que trabajaba en una fachada. «No queremos que haya una desgracia», concluye Alonso.
Zabalgana Batuz, asociación vecinal del barrio, ha pedido que el campo de tiro se traslade a otra zona «donde no se puedan repetir situaciones similares a las vividas».