En España, según
la Federación Española de Caza
(FEC), hay un millón de cazadores,
500.000 menos que antes de la crisis.
Aún así, siempre según
esta entidad, esta práctica
generó hace dos años 54.000
puestos de trabajo directos e indirectos, y su
actividad económica rozó los
3.700 millones de euros.
Cuenta Ángel López,
portavoz de la federación, que hay
unas 6.500 entidades asociadas. Y hay
más cifras de vértigo. La
temporada de caza 2010-2011 se saldó
con 411.649 capturas de caza mayor
(jabalí, venado, corzo…) y
más de 21 millones de piezas de caza
menor (cordorniz, perdiz, conejo, liebre,
tórtola…), las cifras más
elevadas de la última década.
Si se mira el histórico, los
números dan miedo: desde el 2000 han
caído 161 millones.
Que haya o no cazadores es un asunto que
trasciende a la práctica deportiva,
defienden los expertos. “Si
dejáramos de salir al campo durante
dos años, el Gobierno tendría
que crear un cuerpo especial para poder
mantener los terrenos agrícolas y poder
circular por la carretera”, defiende el
portavoz de la FEC. Un portavoz del servicio de
protección natural de la Guardia Civil
admite que la caza tiene cada vez más
enemigos sociales, personas que engrosan el
síndrome de Bambi, el odio visceral
hacia todo lo que tenga que ver con dispararle
a un animal.
Ramón Pérez, responsable
del proyecto Iberlince de la
organización animalista WWF, denuncia
que los descuidos se llevaron el año
pasado a seis linces. Quedan 320.