La caza actual es renuncia, es verdad, actitud que viene marcada por la pura matemática y el sentido común. Hay muchos cazadores, mejor equipados y escasez de piezas. O sea que o se regula la venatoria hasta extremos de cerrar al máximo la gatera o esta actividad se irá diluyendo en el aburrimiento y la inanición.
No se conoce una cinegética sin piezas y, por eso, no hay más que un camino: hacer todo lo posible por aumentar-o mantener, al menos- el censo de especies. Si no se hace así, esta actividad social, la primera que practicó el hombre, que sirvió para estirar la inteligencia; quedará en nada, será un recuerdo vago, una ensoñación.
El cazadero al que acabamos de dar cerrojazo ha sido decepcionante. La lluvia a chorros que cayó sobre la campiña zamorana en el invierno y la primavera pasadas manchó el campo de verde y moteó el horizonte de cultivos altivos y resguardos en cada esquina. Perdices, liebres y conejos se perdieron en un marco perfecto para el mimetismo. Parecía que iban a estar a cubierto de depredadores y de la propia inercia del tiempo. No ha sido así. La campaña prometía abundancia y un oasis dentro de la escasez general de los últimos años, pero otra vez la realidad se ha impuesto sobre los deseos, los de los miles de cazadores de la provincia, cada vez menos, que han visto mermadas las expectativas según ha ido avanzando la temporada cinegética.
La voz de alarma la dio la sociedad de cazadores de Toro a los dos días de abrirse la veda. No hay perdices y la liebre escasea, fue el grito general tras la segunda jornada. De hecho, fue el primer coto de la provincia en cerrar la caza de «patirroja». Le siguieron otros, la mayoría de los más significativos e incluso aquellos que en los primeros días de cazadero se habían distinguido por completar abundantes perchas.
La liebre sí ha dado síntomas de una ligera recuperación, también en las comarcas del este provincial donde la tularemia, la fiebre parda y otras enfermedades habían diezmado el censo considerablemente en los últimos años. No obstante, todavía es pronto para hablar de una recuperación completa.
Otra vez la especie que ha salvado, al menos en cuanto a entretenimiento, la campaña, ha sido el conejo. Los cazadores de escopeta han tenido que centrarse en esta especie ante la escasez de «patirrojas». Los galgueros sí se han divertido en algunas comarcas, principalmente en la zona de los valles benaventanos, con más liebres que en temporadas pasadas.
¿Qué se puede hacer para mejorar los resultados? ¿Cómo se puede aumentar el censo de las especies cinegéticas? Está claro que la evolución de las poblaciones depende en gran medida de las condiciones meteorológicas. Las primaveras lluviosas auguran siempre una mejor crianza y conservación de perdices y liebres. Pero hay otros elementos menos naturales que influyen en los censos. Tomás Yanes, veterinario y experto en cinegética, lo tiene muy claro. Lo ha dicho muchas veces: «Es necesario apostar por la gestión cinegética, por mimar la caza a lo largo de todo el año, realizar mil labores, repoblar si se puede, cuidar las especies autóctonas, concienciar a lo cazadores, fijar cupos de capturas, horarios, hay que restringir los periodos hábiles…».
Los cotos que durante todo el año mantienen una política de conservación son los que más caza tienen. Así ocurre en en sur de la provincia, sobre todo en la Guareña donde el cuidado de las especies cinegéticas es constante. Lo sabe el presidente de la Delegación Provincial, José Antonio Prada. El mensaje está claro: «Es necesario marcar unas pautas y cumplir los planes cinegéticos. Los cazadores tienen que concienciarse de que las especies cinegéticas tienen que ser mimadas durante todo el año. Es un trabajo conjunto. No vale que un coto lo haga, tienen que ser todos. Solo así lograremos recuperar los censos y volver a disfrutar con una actividad que nació con el hombre».
Hay cotos en la provincia que mantienen abiertos los cazaderos domingos, jueves, sábados y festivos. Es una barbaridad. Solo el control y una política de restricciones en todos los sentidos, asegura que la actividad cinegética va a seguir practicándose dentro de varias décadas. También, claro, el control y la prohibición de determinados pesticidas y herbicidas que envenenan el campo y que debilitan a los animales haciéndolos más vulnerables ante los depredadores naturales.