Los agricultores lamentan que, a pesar de la caza de cientos de miles de ejemplares al año, la ‘mancha’ de cultivos afectados no deja de crecer.
La plaga de conejos no da tregua al campo en Aragón. Quienes están a pie de las parcelas certifican que la mancha que dibuja estas poblaciones sobre el territorio continúa su expansión, a pesar de las medidas correctoras que se tratan de aplicar. Cada año se cazan cientos de miles de ejemplares, pero aún así los daños en los cultivos siguen siendo cuantiosos.
Francisco Escuer, agricultor de Farlete, dice que “los cazadores están desbordados”. “No se puede con ellos, ahora se meten hasta en los cementerios”, lamenta. Según apunta, su expansión en los últimos años es imparable, y ahora ya se ven por zonas donde antes no eran tan habituales, como Perdiguera y la sierra de Alcubierre: “Desde Villamayor hasta Fraga, todo lo que rodea a la A-2 está plagado”. Denuncia que los daños “son millonarios” y que “la gente ya no sabe ni qué sembrar para el año que viene”.
Este problema no es ni mucho menos nuevo en Aragón. Los conejos llevan años causando problemas, especialmente a quienes cultivan cereal, pero incluso también a quienes tienen huerta o frutales, porque estos animales “no son el conejo de toda la vida”, como apunta Javier Fatás, de UAGA. Son algo más mansos, menos asustadizos, pero también “más voraces”, por lo que atacan hasta la base de los árboles y las viñas, poniendo en peligro el trabajo de años de cuidados.
Fatás señala que las zonas ‘clásicas’ de presencia del conejo siguen con problemas, pero advierte de que “el círculo se va haciendo más grande”, con expansiones por la zona de Monegros, por Belchite, Farlete, Valmadrid… “Donde van llegando entran con más virulencia, por lo que los agricultores pasan de no tener nada a tener un problema muy serio”, apunta. Tanto que algunos de ellos se plantean cambiar de cultivos, y tirar hacia especies de cereal tropicales como el triticale, un híbrido entre el trigo y el centeno que al parecer resulta menos apetecible para los conejos.
El Gobierno de Aragón aprobó un decreto en 2019 para permitir la caza intensiva de estos animales. Solo en los dos primeros meses se dio con casi 200.000 de ellos. Este trabajo ayuda, pero desde UAGA señalan que “la presión de los conejos es mayor que la que se consigue con los cazadores”. Javier Fatás señala que la superpoblación y el carácter manso de estos conejos hace que para algunos “no sea una caza divertida” para algunos. Por eso, plantea medidas más contundentes: “Esto se ha ido de las manos, si no se puede controlar el aumento de los depredadores, habrá que pensar en la castración química”.
Épila es, probablemente, el lugar donde más en serio se han tomado la caza como recurso para acabar con la plaga. Solo en su término municipal se han cazado más de 100.000 conejos desde que comenzó la pandemia. El Ayuntamiento paga a los cazadores 0,70 euros “por cola” de conejo, lo que ha atraído a visitantes de fuera de la localidad e incluso de fuera de Aragón. El Consistorio ha invertido ya más de 60.000 euros en estos incentivos.
“La situación ha mejorado, pero sigue habiendo muchísimo conejo, no hay manera de acabar con él. Si los de los pueblos cercanos no matan, poco se puede hacer”, señala el alcalde de la localidad, Jesús Bazán. La colaboración del Ayuntamiento con los sectores afectados es total. Para tratar de explotar el recurso de la caza, la cooperativa del pueblo, los regantes, la sociedad ganadera y la asociación de fruticultores trabajan en equipo y han contratado un guarda forestal que organiza las batidas de caza por los campos.
Javier Pérez Ripa, uno de los agricultores más implicados, señala que “el problema continúa”, pero señala que “sería muchísimo mayor si no se cazara”. “Si cada coneja y sus descendientes pueden tener unos 100 conejos al año, sin la caza ahora tendríamos cuatro millones de conejos más”, estima.
Este agricultor cree que el ahora mismo “no hay otra solución” ante una plaga “de proporciones inimaginables”. “En las zonas donde hay presión de caza se está notando; y en las que no, también se nota, pero por lo contrario”, sentencia.
Fuente. heraldo.es