Como muchos otros días, Francisco Zubiría García, un camionero de 58 años vecino de Villatuerta, cogió el camino que desde su localidad lleva hasta las faldas de Montejurra bordeando la finca del rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza en el término de Noveleta. Pero este sábado, a las 11 de la mañana, su rutina habitual a punto estuvo de terminar en tragedia.
«He vuelto a nacer, pensé que no salía vivo de aquella», rememoraba ayer en una habitación del Hospital García Orcoyen, donde se recupera de la operación tras el morderle un jabalí en su rodilla izquierda.
Francisco Zubiría recordaba el ataque con nitidez. «Quizá porque en lugar de asustarme me salió el instinto de supervivencia que me mantuvo muy despejado todo el rato». Un intervalo de tiempo que ni tan siquiera se le hizo largo, pero sí intenso. «Iba hacia casa cuando vi venir al jabalí por el camino. Me hice a un lado para dejarle pasar pero ya el que estuviera gruñendo me puso en alerta. Siempre oyes que si se encuentran heridos atacan». Y aunque no percibió ningún rastro de sangre, el jabalí desvió su ruta y se fue directo a por él.
«Se me echó encima y con los brazos ni tan siquiera podía rodearlo; cuando intentaba quitármelo estirándole del pelo se me escurría entre los dedos. Calculo que pesaría unos ochenta kilos», narraba este camionero de 1,76 metros de altura y de constitución fornida. «Me tiró al suelo y dimos varias vueltas hasta que milagrosamente le pude meter entre los dientes el bastón de esquiar que siempre llevo de paseo. Fue entonces cuando me mordió pero no pudo apretar del todo» .
«Huí casi a rastras»
Francisco Zubiría le pellizcó con fuerza la ingle. «Y nunca se me olvidará esa imagen de cómo cabeceó a ambos lados, gruñó más fuerte, y se escapó corriendo hacia arriba. Si le hubiera seguido tenía a sólo 200 metros la carretera para que me socorrieran pero no me atreví; tiré para abajo como pude, casi a rastras, y cuando me sentí ya a salvo llamé al hijo por el móvil». El joven, para no asustar al resto de la familia, sin decir nada en casa fue en su busca. Y de ahí, le llevó al hospital donde se le apreció una profunda herida en la rodilla izquierda. Se le operó el mismo día, tanto para curarle los desgarros como para evitar una infección. «El mordisco me ha tocado algo de hueso, pero poco me parece para lo que me podía haber pasado», decía.
Este vecino de Villatuerta, natural de Abárzuza, casado y con dos hijos, aseguraba que volverá a pasear. «Porque lo del otro día no ocurre casi nunca. Lo normal es que si te ven se vayan por el otro lado, como hace una semana cuando íbamos cuatro por un camino y el animal en cuanto nos divisó dio media vuelta».