Un siglo del Delibes cazador
El próximo año 2020 se cumplirá el centenario del nacimiento de Miguel Delibes, y hay previstos una serie de acontecimientos culturales para celebrar la efeméride. Aprovecho para rememorar las principales cualidades que guardo del que fue mi jefe de cuadrilla y referente venatorio.
Dentro de su innata faceta naturalista, la caza fue sin duda la actividad que más apasionó a mi padre. Le recuerdo muy cazador desde que tuve uso de razón hasta que su capacidad física se lo impidió, sin faltar un solo domingo. Creo que solamente tuvo un par de meses de baja tras una fractura de peroné, que se produjo al resbalar sobre hielo cazando con un temporal de casi veinte grados bajo cero. Fue un cazador esencialmente de cuadrilla familiar, de la que prácticamente nunca se separó. La especie predominante en su vida fue la perdiz roja, siendo un ferviente admirador y defensor de nuestra patirroja. En segundo orden estaba la codorniz, cuya caza también practicó asiduamente. Raras veces formábamos a perros de calidad, ya que nuestra técnica de cazar la perdiz, en terrenos muy abiertos y a gran velocidad, daba lugar a que apenas les prestáramos atención y les diéramos tiempo a desarrollar su trabajo. Mi padre valoraba extraordinariamente el botín de caza que llevaba a casa, siempre tras un riguroso sorteo. La caza en mano es una estrategia de grupo y nuestra cuadrilla siempre dividió las piezas equitativamente entre los partícipes. Posteriormente mi madre hacía los honores a una carne tan preciada, de modo que a los siete hermanos nos entusiasma comer caza.
Era un atleta consumado que todos los domingos cazaba de sol a sol, tras una pausa de no más de una hora para comer. De niños nos desesperaba ver que, cuando ya agotados a última hora veíamos el coche, nuestro padre nos hacía dar la última vuelta a la ladera… porque habían revolado algunas perdices. Fue un extraordinario tirador. De los mejores que he visto. Aseguraba mucho y tenía un porcentaje de aciertos muy alto. El último día de caza de su vida tiró cuatro codornices a muestra y bajó dos. Al fallar la segunda, le entregó la escopeta a mi hermano, desolado. Siempre fue un cazador respetuoso y cumplidor estricto de las normas, lo que confío en que sea imitado por todos los cazadores del futuro.
Fuente. ABC