El pasado domingo, 25 de enero,
finalizaba la mejor temporada de caza menor
que se recuerda desde hace algunos
años. Después de una
campaña desastrosa, la 2013-2014, en
la que muchos acotados optaron por cerrar de
forma prematura ante la angustiosa
situación en que se encontraban las
poblaciones de perdiz roja, reina sin lugar a
dudas de la caza menor, la temporada que
ahora finaliza ha superado todas las
previsiones.
Se sabía que la perdiz
había criado bien, ya que a finales del
verano se vieron numerosas y bien nutridas
polladas. Pero año tras año viene
sucediendo que las numerosas bajas producidas
por los depredadores reducen los bandos en
porcentajes que a veces superan el 50 % de
individuos jóvenes.
No sucedió así en esta
campaña, de forma que durante los
primeros días llamaban la
atención las perdices que se levantaban
en el campo durante las jornadas de caza.
¿Por qué se han conservado los
bandos prácticamente intactos?
Ésta es la pregunta del millón
que se hacen las sociedades de cazadores que
en León administran los cotos de caza.
Y surge una teoría, en la que coinciden
algunos biólogos: la abundancia de
topillos ha tenido mucho que ver. Aparte de un
verano poco riguroso, con abundancia de
saltamontes y otros insectos que son una
buena fuente de proteínas para los
perdigones, la atención de zorros y
otros depredadores alados ha debido centrarse
en el topillo campesino, fácil de
capturar y que constituye un bocado exquisito
para ellos y sus crías.
Esto ha evitado el acoso y
persecución que habitualmente sufren
las perdices, especialmente en los años
que por falta de insectos consumen granos
tratados con fitosanitarios en la sementera,
que debilitan cuando no matan a las aves
más jóvenes.
Un buen final
A diferencia de otras temporadas, en las
que suele adelantarse el cierre al final del
periodo navideño, en ésta se ha
apurado hasta el último día.
Así el pasado domingo, aprovechando
el día soleado y con poco viento,
fueron muchos los cazadores que salieron a
despedir la temporada, y se divirtieron.
Todavía se pudieron levantar bandos de
perdices bien nutridos y, algunos, casi intactos.
Otra cuestión bien diferente es
conseguir abatirlas ya que, a estas alturas y
cazando «a rabo», resulta muy
difícil. En las zonas donde se alternan
secanos y regadíos, con cultivos de
maíz, quedan bandos sin tocar.
También en la montaña
quedan bastantes perdices, pero a diferencia
de la zona sur los montes están
cubiertos de nieve y no se pudo cazar.
Una observación, en la que
coinciden muchos aficionados desde hace pocos
años, es que desde mediados de enero
ya se ven perdices emparejadas. Esta
situación, achacable sin duda a que el
invierno propiamente dicho se retrasa y en
diciembre no suele hacer mucho frío,
preocupa en el sentido de que en las
últimas jornadas pueden
descompensarse los emparejamientos. Si se
mata el macho, la situación es menos
preocupante, pues la hembra volverá a
emparejarse, pero si se mata a la hembra el
macho quedará suelto y no
dejará de molestar a otras parejas
llegando incluso a destrozar los nidos.
Y no faltan cazadores que sostienen que
quizá el cierre de la temporada de caza
menor, especialmente en las zonas perdiceras
del sur de León, debiera acortarse un
par de semanas. En todo caso esta
decisión también pueden
tomarla los cotos por su cuenta y riesgo,
especialmente para la perdiz, aunque quede
abierto el conejo o la liebre. Decisión
difícil, sin duda, porque siempre
habrá disparidad de opiniones entre los
socios.