Las diez ONG que forman el
llamado Proyecto Antídoto, con la
colaboración estrecha del Servicio de
Protección de la Naturaleza de la
Guardia Civil (Seprona), se reunieron en
Madrid el pasado 18 de Diciembre y publican
ahora una conclusiones realmente demoledoras
sobre la situación del problema de la
colocación de cebos envenenados en la
naturaleza española.
Al Seprona sólo cabe felicitarle por
su extraordinario celo y eficacia; eso lo
reconocen todos. No cabe decir lo mismo de la
implicación de algunas
administraciones autonómicas, a las
que se acusa de una lentitud
burocrática tan grande que llega a
inutilizar la brillante labor policial, eternizando
y haciendo caducar buena parte de los
expedientes.
Ejemplos demoledores
Se han repasado los casos más
alarmantes registrados durante el pasado
2014, con unos resultados tan desmoralizantes
que hay que señalar que de seguir
así, llevaremos a numerosas especies
de predadores ibéricos al borde mismo
de la extinción, con las incalculables
consecuencias ecológicas que esto
acarrearía.
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La razón de la colocación
de cebos parte de la ignorancia y se instala en
lo irracional. Las prácticas detectadas
se refieren a cotos de caza gestionados por
particulares cuyos administradores siguen en la
teoría decimonónica
según la cual la desaparición de
los predadores aumenta el número de
animales de interés cinegético.
Dichos predadores pasan para ellos a la
categoría de «alimañas» a las
que exterminar.
Sólo desde el más
profundo desconocimiento de la
ecología se puede seguir manteniendo
esa postura en pleno siglo XXI. Sabemos que
la disminución de predadores o
carroñeros hace proliferar otras especies
rapaces, como los córvidos u otros
miembros similares de la cadena alimentaria.
El resultado final es el desequilibrio, la
pérdida de biodiversidad y la ruina del
ecosistema cinegético.
Félix Rodríguez de la
Fuente acusaba a los envenenadores de querer
convertir magníficas fincas de gran
interés cinegético y
ecológico, y plenas de biodiversidad,
en gigantescos «gallineros» de perdices
amansadas y enfermizas cuya captura
carecería de cualquier interés o
mérito. Decimos bien: enfermizas,
toda vez que los predadores ejercen de
policía sanitaria eliminando los brotes
de epidemias al capturar de manera selectiva
aquellos ejemplares que se muestran abatidos
o poco ágiles.
Advertía el gran Félix de
otro problema más grave aún:
el veneno liberado e infiltrado en los
acuíferos puede incorporarse a la
cadena trófica, es decir, puede llegar al
hombre, lo que eleva al concepto de
criminalidad la actuación de los
envenenadores.
En el informe que comentamos,
«Antídoto» reclama a las
Administraciones autonómicas mayor
implicación en la tramitación y
seguimiento de los expedientes abiertos con
motivo de la colocación de venenos, y
acusa a alguna de ellas de tomar medidas
insuficientes y de llegar en ciertas ocasiones a
la inhibición.
Se han comentado los casos de
envenenamiento más graves ocurridos
durante 2014. Algunos de ellos son
descorazonadores, como el de la localidad
toledana de Mandorca en el que murieron
veinte animales, entre ellos cinco milanos
reales nidificantes en España,
ejemplares estos considerados en riesgo de
extinción.
Destacan también en esta lista
negra el envenenamiento del lince K2, uno de
los ocho liberados en Extremadura procedentes
de la cría en cautividad. Este ejemplar
apareció en el término pacense
de Valencia de los Torres, localidad de especial
riqueza y valor ecológico. Fueron muy
importantes los de Torres del Carrizal, en
Zamora, con muerte de un águila real,
un aguilucho lagunero y cinco milanos reales.
En este caso cuya resolución se
debió a una brillante operación
del Seprona, se consiguió el cierre del
coto por espacio de cuatro años. Esto
sí es una medida
ejemplarizante.
En el mes de julio, en Andalucía,
el envenenamiento de un perro
permitió tirar del hilo conductor que
condujo a la localización de numerosas
trampas ilegales y de restos animales, entre
ellos la piel de un oso. En Navarra se
registraron varios casos de envenenamiento en
el sur de la Comunidad, con
localización de los cadáveres de
ocho milanos, negros y cuatro reales.
Terminemos la relación de
ejemplos con la actuación del Seprona
en la localidad pontevedresa de Porriño,
que condujo a la detención en la
comarca de Mos de dos envenenadores
convictos que fueren en consecuencia
procesados.
Es necesario actuar
La cadena de la muerte que siembra el
veneno debe necesariamente ser cortada de
raíz. En la mayor parte de los casos, se
coge con las manos en la masa a algún
empleado que sigue absurdas órdenes
de los gestores del coto en cuestión.
Hay que tirar de la manta y poner al
descubierto a los cerebros de la
operación y sobre todo exigir a las
autoridades administrativas que no caigan en
la desidia o en la burocratización que,
al llevar en muchas ocasiones a la caducidad
del expediente, anula la labor del Seprona y
de las ONG ecologistas implicadas en el
Proyecto Antídoto. El gestor perezoso o
abúlico es uno más de los
enemigos de la naturaleza.
Entre las medidas ejemplarizantes
debería destacar el cierre temporal o
definitivo de aquellos cotos en que se haya
encontrado veneno. En sentido contrario, y
esta vez en positivo, también
deberían aplicarse incentivos,
honoríficos y fiscales, a aquellos cotos
en que se conserve el equilibrio
ecológico y se mantengan
íntegras las poblaciones de rapaces y
otros predadores. A cada cual lo suyo.
Al referirnos al Proyecto Antídoto,
emisor del reciente y estremecedor informe,
no nos referimos a un pequeño grupo de
entusiastas o de utópicos. Merece la
pena destacar en un verdadero cuadro de
honor los nombres de las diez organizaciones
integradas en dicho proyecto: son las
siguientes.
AVAFES (Canarias)
Ecologistas en acción
FAPAS
Fondo para la Conservación del
Buitre negro
Fundación Oso pardo
Fundación para la
conservación del
Quebrantahuesos
Grefa
Seo/Birld Life
Sociedad Española para la
Conservación y el Estudio de los
Mamíferos
WWF España
Y junto a ellas y en lugar destacado el
Seprona. Gracias a todos