Quitarnos el San
Benito que nos han endosado
a los cazadores como gente
montaraz y responsable, en
parte, del desequilibrio
ecológico
evidentemente no es
fácil. Generamos
muerte y por muchos
argumentos conservacionistas
que aportemos hay personas
sensibles con la muerte de
los animales que
difícilmente llegaran
a comprendernos. Si
además hay algunos
zotes alardeando de
multitudinarias capturas,
apaga y vámonos.
Nuestros mayores
han sido la garantía y
los jóvenes son ese
futuro donde la dignidad de
una caza natural y
atávica debe primar
muy por encima del morral.
La caza debe seguir siendo
pura poesía y los
cazadores poetas de
sí mismos aunque no
lo manifiesten jamás.
Por muy aguerridos que sean
sienten como nadie los
brumosos amaneces del
invierno, las tardes
otoñales de nubes
rojas que cabalgan sobre el
inmenso cielo azul, las
noches de julio con la luna de
plata y estrellas rutilantes, la
soledad de los atardeceres…
notas melancólicas
que hacen vibrar las fibras de
sus almas.
Han nacido
cazadores y hasta el
último instante de su
vida llevaran en el recuerdo
todas estas vivencias. La
soledad para quien sabe
escucharla tiene como un
balido que se pierde en el
aire y es capaz de infundir
respeto a las almas
más templadas. Por
eso sienten como nadie el
lento y solemne amanecer
del invierno oyendo
solamente a los
cárabos y el crujir de
sus pisadas en los infinitos
cristales de la escarcha que a
modo de diamantes celestes
se reflejan en el suelo.
Facetas estas de los
cazadores que raramente se
divulgan. Pero es bueno que
se sepa para desmontar
falsos argumentos. Aunque
lleven el brazo armado son
personas sensibles que viven
y sienten como nadie todo
cuanto acontece en la
Naturaleza.
Decía
Quevedo que hay que sentir
lo que se dice y no decir lo
que se siente. Pues eso, que
me ha salido la vena
poética. En breve
llegará el cuco y no
se entretendrá en
construir su nido.
Depositará 18
huevos, uno cada día,
en otros tantos nidos que
otros pájaros hicieron
para depositar los suyos.
Igualmente se
preocupará de hacer
desaparecer uno de los que
contuviera a fin de que al
llegar la hembra no note el
aumento de su prole futura.
Una vez eclosionados los
huevos el cuclillo se
encargará de
desembarazarse de sus
hermanos de ocasión
para aprovechar para
sí
íntegramente la
ración que le aportan
con el mayor cariño
los padres adoptivos.