Expertos alertan sobre la posible llegada a España de esta enfermedad “en cinco o seis años”, que tendría consecuencias nefastas tanto en el sector cinegético, en especial para los jabalís, como en la industria porcina.
La confirmación de que la peste porcina africana han llegado a la República Checa, ha puesto en alerta a los cazadores y a las autoridades europeas por las catastróficas consecuencias que podría tener tanto para el sector cinegético como para la industria dedicada a la producción del cerdo. Esta enfermedad que desde una explotación porcina de Ucrania se expandió a Letonia, Lituania, Estonia, Polonia y Hungría, supone un enorme riesgo a medio plazo para el resto de Europa.
Las previsiones más pesimistas contemplan un período de “cinco o seis años” para su llegada al Estado español, aunque ese período puede reducirse sensiblemente por la importación de jabalís y de cerdos, pero también por el contagio provocado por los propios cazadores.
Tanto el Director General de la Fundación Artemisan, Luis Fernando Villanueva, como el zoólogo, integrante de la junta directiva de la Asociación del Corzo Español y responsable de Aran Servicios Medioambientales, Florencio Markina, coinciden en alertar del riesgo de que “los cazadores que regresen de esos países que están afectados puedan traer contaminadas sus ropas y sus calzados, por lo que es imprescindibles que las laven a conciencia”.
También la importación de productos derivados del jabalí y del cerdo pueden provocar la aparición de la peste porcina por lo que la Unión Europea prohibió hace apenas dos semanas el traslado de jabalís de un país a otro, medida que en opinión de Markina “llega muy tarde”. Asegura que “se han estado importando jabalís para cercones de la mitad sur de España e incluso para alguna zona de Ávila” y las restricciones deberían haberse adoptado con anterioridad.
Incidencia catastrófica
La incidencia que pueda tener en España esa enfermedad de origen vírico puede ser muy importante para el sector cinegético pero catastrófico para el sector porcino. Markina apunta que podría provocar la desaparición por muerte directa “del 60 o el 70% de las poblaciones de jabalís, pero es que en el caso de las explotaciones porcinas intensivas habría que sacrificar al 100% de los cerdos de la explotación si se produce un caso de positivo de peste porcina”.
Markina reconoce que “si yo tuviese una granja estaría temblando”, porque recuerda que la última vez que se detectó peste porcina en España fue hacia el año 1970 y durante casi 35 años no se pudieron exportar productos porcinos”.
El espectacular crecimiento que han tenido las poblaciones de jabalís durante los últimos años, en los que la presión cinegética no ha servido para frenar el aumento exponencial de su número, lleva a Villanueva y Markina a demandar “un cambio en el modelo de gestión. Los datos estadísticos demuestran que las medidas adoptadas hasta el momento no han sido suficientes”.
Intensificar la caza
Esa situación es la que lleva a Markina a demandar un cambio de planteamiento por parte de las administraciones públicas, “que deberían autorizar la caza de jabalís en zonas que en estos momentos están prohibidas, porque la actividad cinegética es la única forma de control de la que disponemos en estos momentos. Habrá que cazar mucho más de lo que se está cazando y los cazadores deberían estar reivindicando su papel como gestores cinegéticos porque es el único medio para bajar las densidades de jabalís”.
De hecho, la reciente formación de un grupo de trabajo en el que participan las diputaciones forales de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa y técnicos como Markina, supone un primer paso para la gestión del jabalí en Euskadi. “Hemos llevado a cabo un par de reuniones con la idea de llevar a cabo una gestión conjunta y, claro, uno de los primeros temas que surgió es que existe una gran superficie en la que se caza, pero hay grandes áreas como reservas, refugios o parques naturales en las que no se caza. Ahí hay un montón de jabalís que no se están tocando y eso hace que las poblaciones sigan incrementándose”.
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