Conversos a la fuerza
Como veníamos anticipando desgraciadamente la temporada de codorniz está siendo mala, irregular, aunque habrá zonas muy concretas donde si los perros son buenos y bien entrenados -nada fácil por cierto con esto del confinamiento- las perchas hayan sido aceptables. De lo contrario, muchas bolos y contentos los que han colgado dos o tres. Las especies mayores por el contrario, al haber estado prohibido salir al campo han aprovechado para colonizar gran parte de pueblos y ciudades causando accidentes de circulación y daños en la agricultura. No hay mal que por bien no venga. Hechos que han generado en los medios de comunicación una repercusión importante al entender que la práctica de la caza es vital, necesaria a todas luces. Ya era hora que al repeinado y a su banda alguien les ponga las peras al cuarto y dejen de decir sandeces contra la caza, los cazadores y sus familias. Los cazadores por el contrario no llevan el odio en el corazón ni desean la muerte de nadie como ellos lo dicen públicamente. De la misma forma que prefieren ver volar a los buitres a que les metan en una jaula y los lleven al quinto coño donde no causen problemas. Como en el aeropuerto de Loiu. Y son tres los incidentes que han ocasionado. ¡Oiga que son especies protegidas! ¡Claro que lo son! Pero no debían serlo al menos en estos casos porque buitres para limpiar la carroña de los montes en España sobran. Y créanme que no tengo rencor contra animal alguno, todo lo contrario. La mano del hombre actúa con fuerza en la Naturaleza y hace que muchos animales oportunistas proliferen fácilmente, de ahí que el hombre deber ser quien los regule porque no tienen quien les prede, sin esperar claro a que “Dios proveerá y San Pedro lo bendiga”. No pretendo ni juzgar ni faltar a nadie porque voluntad para solucionar el problema por mucho que Bruselas se lo impida estoy seguro que la hay y mucha. Aunque no tengo información al respecto estoy convencido que medidas importantes se habrán adoptado. Ahora bien, la presencia esporádica de algún buitre es muy difícil de evitar por muchas medidas drásticas que se tomen. Y es que un buitre puede alcanzar los 150 kilómetros de merodeo excepcionalmente.
Fotografía – EL CORREO