Los lugareños aseguran que ni las mallas cinegéticas ni los cercados electrificados sirven para disuadir a estos animales que, según su versión, invaden sus prados aunque estén cercados y campan a sus anchas por las inmediaciones de las casas. «Tenemos contabilizados como unos veinte ejemplares, que salen de paseo desde por la tarde y acaban con todo», explica el agricultor Adrián Quintana. El joven ha perdido más de media hectárea de las dos que plantó este verano para dar de comer a sus animales en invierno.