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El confinamiento y el drástico descenso de ejemplares deslucen la temporada de corzo

El confinamiento y el drástico descenso de ejemplares deslucen la temporada de corzo

El confinamiento y el drástico descenso de ejemplares deslucen la temporada de corzo

Se ha detectado una reducción de hasta un 40% de ejemplares en Euskadi, a causa de una amplia variedad de parásitos.

Definir la presente temporada de caza como “atípica” es quedarse corto. Una situación que se agrava al centrarnos en la captura del corzo, que ha sufrido un notorio descenso de ejemplares por culpa de una amplia variedad de parásitos. Con los mejores meses de la campaña perdidos por el Estado de Alarma, los aficionados centran las esperanzas de salvar este verano en los montes de Navarra y Castilla y León.

Ante la drástica reducción de jornadas de caza que se ha sufrido en Euskadi -la temporada debía haber comenzado el 1 de abril y finalmente lo ha hecho el 20 de junio para terminar este martes-, se permitirá la actividad durante septiembre como medida excepcional. “La Administración se ha mostrado comprensiva y, ante nuestra petición, ha habilitado por primera vez ese mes, solo para la caza de machos”, comenta Florencio Markina, presidente de la Asociación del Corzo Español (ACE).

La gran pérdida de días hábiles para la caza en el País Vasco se suma a la merma de ejemplares por causa de unos parásitos que pueden haber provocado una reducción del orden de un 40% de estos cérvidos. “Al final no es más que una reacción natural, ya que la población había aumentado durante varios años de manera inusitada y la caza no ha sido capaz de controlar esa abundancia”, explica Markina.

Entre la amplia variedad de parásitos detectados se encuentran los intestinales, el Sarcocystis (un protozoo del músculo cardiaco), el Chepenemyia Stimulator (oéstrido parásito de las vías respiratorias altas) y el virus de Schmallenberg, que provoca abortos en el ganado vacuno y se teme que ha podido afectar también a los corzos, a causa “de las pocas crías que se han detectado últimamente en el campo. Habrá que esperar a la campaña de invierno, cuando se permite cazar hembras, para analizar su aparato reproductor y confirmar nuestras sospechas”. A esta circunstancia, se añade que “nos hemos quedado sin abril, que es el mejor mes. Los pastizales están muy bajos, la visibilidad es muy buena, los animales salen con mucha actividad y ganas de salir a los claros. Entre haber perdido esos días y la reducción de ejemplares, creo que esta temporada va a ser muy floja”, opina.

Llegada del calor

Respecto a este verano, Markina recomienda tomárselo con calma y esperar a la llegada de septiembre para retomar la actividad, a pesar de que en Navarra se podrá cazar hasta bien entrado julio y en Castilla y León, también en agosto. “Son meses en los que empieza el celo y se cubre a las hembras, por lo que vuelve la actividad de los animales. Pero yo no soy partidario de cazar en esa época por respeto a los propios corzos, ya que es su etapa más sensible del año”.

Junto a esto, la exuberancia de la vegetación que facilitará la ocultación de los corzos, la inactividad provocada por el calor y la mayor presencia de insectos, complicarán las jornadas de caza estivales a los aficionados que se acerquen a las comunidades limítrofes en busca de capturas. “En realidad, las jornadas de caza de los próximos meses se van a limitar a los escasos momentos del amanecer y el anochecer, por lo que sugiero esperar a los días más frescos de finales de verano”, mantiene.

Además, el ejemplar de septiembre “es mucho mejor que el de ahora, ya que gana en peso e intensidad según avanza la temporada, con mejores trofeos”, defiende Markina. Para finalizar con un dato positivo, la propia selección natural que ha provocado la reducción de ejemplares, ha motivado que “haya más recursos para ellos y que hayan sobrevivido los más fuertes con mayor calidad de cuerna”.

“Lo primero que recomiendo para el rececho es un buen antigarrapatas”

Todas las complejidades citadas, no quitan atractivo a la caza a rececho del corzo, que el armero Iñigo Sarasketa, describe como la modalidad “más bonita del mundo. Se realiza en un entorno privilegiado, con días largos, en las horas más tranquilas del día. Es una técnica en la que estás solo tú y el animal”.

Para Sarasketa, el rececho permite hacer una selección de los ejemplares mayores, que están “en degeneración”. “Un buen recechista debe hacer esa labor que no realizan los predadores naturales, porque no hay. Requiere un buen conocimiento del medio, gran destreza y puntería, saber estar en el monte y, prácticamente, convertirse en un lobo”, enumera.

A pesar del atractivo de esta disciplina, su práctica en verano no está exenta de dificultades que hay que prever para disfrutar de una fructífera jornada. “Lo primero que recomiendo es un buen sistema antigarrapatas. Ha habido muchísima humedad, con hierbas muy altas y eso ha provocado que haya gran cantidad de estos artrópodos entre la vegetación”, alerta. También recomienda una buena ropa y calzado para agua y una buena óptica “para poder valorar a los animales antes de tirarlos y asegurarnos de que se trata de un ejemplar mayor. En estos casos, son ideales los telescopios de hasta 60 aumentos”.

Por último, aconseje contar con un buen rifle “que no exceda de los 7 milímetros el diámetro de la bala”, con un buen visor “de un mínimo de 12 aumentos con 50-56 de campana, para que entre bien la luz y podamos cazar en las horas del crepúsculo”.

El codiciado trofeo del corzo con peluca.

La alteración hormonal provocada por la ausencia de testosterona provoca en algunos corzos la llamada “peluca”, una malformación de la cuerna que impide la osificación y el desmogue. Esta característica provoca en los ejemplares afectados un carácter nómada, ya que les impiden pelear o defenderse de otros machos, a causa de la amplia vascularización y sensibilidad al dolor en las cuernas.

Éstas tampoco caen cada año, por lo que van aumentando de tamaño durante toda la vida del animal. El incremento gradual de su peso puede impedir al corzo una correcta visión y capacidad de alimentarse.

Su excepcionalidad y el hecho de no mantenerse en un territorio permanente, han convertido a los corzos con peluca en un trofeo muy codiciado por los cazadores.

EL CORZO PELUCA DE LA FOTO, FUE CAZADO HACE UNAS SEMANAS EN LAGUARDIA, POR EL CAZADOR ALAVES ANDONI FERNANDEZ JUNTO A SU HIJO

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