Se levantaba la veda general y la climatología se aliaba con los miles de cazadores, pero no con aves que, aprovechando la festividad del Pilar, acudían al monte con sus escopetas y perros. Los afortunados que conseguían un puesto en el sorteo celebrado hacia las seis de la mañana en el bar restaurante Gabiria de Irun ascendían a Peñas de Aia para repartirse por la zona de Erlaitz.
Les recibía un cielo que amanecía totalmente descubierto, con viento soplando del sur. Toda una promesa para el arranque de la temporada que habrá de prolongarse hasta el 31 de enero y de la que disfrutarán 16.009 cazadores, según datos facilitados por la Federación Guipuzcoana.
«Hace un día ideal», comentaban optimistas aquellos que acudían en busca de la paloma torcaz, la malviz y la becada. La mañana avanzaba y el silencio se apoderaba de los paisajes pintados de los colores del otoño. La ausencia de disparos era un mal presagio. Nada rompía tampoco la monotonía del azul que se extendía sobre sus cabezas.
Pasadas las diez y media, algunos cazadores desistían. «No hay nada», se lamentaba Juan José Txuntxurreta. «Las palomas no tienen ganas de pasar hoy», decía resignado.
Otra decena de cazadores se daba cita en una explanada para empezar a compartir el almuerzo hecho a base de embutidos y pan, acompañado de vino portado en una bota. «La mañana ha ido muy mal, pero el almuerzo nos está sabiendo muy bien», bromeaba Enrique, mientras provocaba la carcajada de sus compañeros. «El día nos ha salido perfecto, con un tiempo fabuloso, aunque las aves tienen sus costumbres y hoy no están por pasar», añadía su amigo Juan José.
El grupo al completo daba por finalizada la jornada. «El día está hecho», sentenciaban. «Llevamos levantados desde las 5.30. Veníamos con ganas por ser el primer día. La verdad es que con ganas siempre venimos, pero luego nunca sabes lo que puede ocurrir», explicaban, al tiempo que hacían planes para el resto del fin de semana que tenían por delante. «Estaremos aquí intensivos a diario hasta el 10 de noviembre», manifestaban.
Sin almorzar se quedaron los irundarras Vitoriano Morán y José Antonio Villa, por el «cabreo» que confesaban tener. «No hemos tenido nada de suerte y menos aquí, que no vemos nada con tanto árbol», se quejaban subidos en una trepa de algo más de dos metros de altura, donde habían permanecido las últimas dos horas a la espera del pase de alguna bandada de pájaros a los que poder dar caza.
Abajo, su perra Txiki se movía inquieta. «Está nerviosa porque está atada y no ha corrido en toda la mañana», comentaba Vitoriano, quien añadía que «en breve» se marcharían a casa. «A ver si mañana tenemos más suerte, aunque siempre andamos igual. Ponemos las esperanzas en el día siguiente, y luego en el siguiente a ese y en el de después… Algún día caerá algo», deseaba entre risas.
«Nosotros tampoco hemos tenido suerte. Además, el puesto que nos ha tocado no tiene visibilidad alguna. Los árboles lo tapan. Está mal, muy mal», señalaba Martín Rodríguez, un vecino de Hernani que se desplazaba hasta Irun acompañado de su amigo Óscar Murillo. Sus caras de desánimo lo decían todo.
Ambos aguardaban con impaciencia el inicio de la temporada de caza, aunque sus expectativas se veían ayer frustradas y más si cabe tras haberse visto tocados por la fortuna en el sorteo celebrado de madrugada. «Había una pasada de gente. Hemos tenidos que ir a las cinco menos cuarto de la mañana y esperar dos horas», declaraban.
Otros cazadores se concentraban en las inmediaciones del campo de tiro, donde la mañana vivía sus últimos coletazos sin que las escopetas se hubieran apenas disparado. No había presas que llevarse de vuelta a casa. «Pensábamos que íbamos a ver más aves», admitían Juantxo y José Mari, que seguían a la espera junto a su perro Izar. Las únicas que se dejaban ver eran cormoranes, una especie acuática protegida «a la que no se puede disparar». Cerca de una veintena se hallaba entre unos árboles cercanos, como sabiéndose a salvo del peligro que se cernía sobre otros pájaros.
«Aún es pronto»
Siguiendo la misma línea de puestos de caza habilitada en un campo salpicado de estrellitas moradas, las flores del falso azafrán nacidas con el cambio de estación, se hallaba una cuadrilla de amigos formada por Iñaki, Juantxo y Juan José ‘Kako’ Aramburu, el popular irundarra campeón olímpico de tiro. Los tres se entretenían con la imagen de la bahía de Txingudi que se extendía a los pies de su atalaya, pero sin soltar la escopeta. «Llevamos aquí desde las ocho menos diez de la mañana y sólo hemos tirado una vez. El miércoles también vinimos y nos fue aún peor. Ni verlas, pero es lo normal. Aún es pronto. A finales de octubre, hacia el día 26, es cuando empiezan a pasar. Antes sí que las teníamos aquí en estas fechas. Para la ‘Pilarica’ siempre había algo. Debe ser cosa del cambio climático», se aventuraba a teorizar Aramburu.
De repente, un bando de palomas irrumpe en el horizonte. Los cazadores no pierden ni un segundo en reaccionar. Sólo uno de ellos acierta en el blanco. «Le he dado a una», afirma ‘Kako’, sonriente al verse premiado por su paciencia.
Noticia de → Diario vasco.