El embrujo de la luna
El próximo lunes día 15 muchos serán los cazadores que verán despertar el alba día en las rastrojeras cerealistas con la esperanza de hacer una percha de codornices aceptable y es que todo apunta a una buena temporada en las zonas con tradición codornicera, a no ser que la luna llena del día 14 nos depare algún disgusto arrastrando a muchas de ellas a otros zonas. Así y todo espero que la temporada en general va a ser mucho mejor que las de los últimos años. Las perdices también han cridado muy bien, aunque la sementera pasará factura como siempre al reducir las poblaciones de manera ostensible. ¿Dónde están los que se hacen llamar animalistas y ecologistas, mesías de la naturaleza que no abren el pico ante la muerte de cientos de miles de animales que fallecen a consecuencia del envenenamiento por fitosanitarios tóxicos con el visto bueno de la administración. A nada que el campo se humanice así la explosión demográfica de la reina de la avifauna ibérica sería espectacular. Pero prima más la cosecha que la fauna y eso amigos es tan cierto como que llevo más de 25 años denunciándolo. Triste muy triste. Llegará el día del “Basta Ya” de los cazadores y luego será el llorar. Ahora es el momento de disfrutar de nuestro mejor compañero. El cariñó es imprescindible para que el entendimiento mutuo, tanto en los momentos difíciles de la caza como en los más agradables. Pocos son comparables a esta peculiar convivencia. Es una de las grandezas de esta práctica.
Difícil concebir la caza deportiva en la actualidad sobre la compañía de un perro enseñado. El lance que proporciona el perro de muestra constituye un espectáculo fascinante por su grandeza. Por eso debemos ser pacientes con los animales, sobre todo, con los jóvenes. Entre el mundo de olores que captan cuando salen al campo, enseñémosles a diferenciar los que nos interesan. Recompensemos con una palaba o una caricia el trabajo bien realizado. Y, cuando estén bien adiestrados, dejémosles cazar a su aire, para que nos deleiten con todo su poder. Matando más o menos piezas no conseguimos nada. Lo importante es disfrutar del perro y del ritual que conlleva este arte. No es poco para quien sepa entenderlo.