“Doctor, ¿cuándo podré subir a los puestos palomeros?”, así se expresaba un cazador alavés, entrado en años, a los dos días de haberse sometido a una importante operación de corazón. El galeno se hacía cruces, no lograba entender aquella enfermedad. Era simplemente una calentura de origen desconocido, la fiebre del pájaro azul, la que hace que miles de cazadores cojan sus vacaciones en Octubre y aguanten estoicamente en las cumbres de las altas sierras durante un largo mes. Importan las capturas pero no tanto como un extraño pueda valorar. Lo importante y agradecido en esta peculiar y ancestral modalidad es la amanecida en la crestería, los amigos, la incertidumbre que conlleva un posible día de gran pasa, el misterio de lo que pueda llegar y como no el hamarretako en cuadrilla, corriendo la bota. Pero que nadie se lleve a engaño, no es nada fácil hacer una percha regular de palomas. Aquí no están cebadas como en las Landas francesas o en Extremadura. Por nuestros collados pasan cuando quieren, normalmente fuera de tiro y rápido, a más de ochenta a la hora. El tiro en estas circunstancias siempre y cuando no te sorprendan, por cierto muy frecuente, es complejo. Son animales de una estructura poderosa, los tiros largos y difíciles y el cobro complicado. Hasta dos metros por delante hay que saber correr la mano izquierda cuando las palomas entran a unos 45 metros cruzadas. Pero también a este cíclico proceso de migración que se remonta a la noche de los tiempos ha llegado la mano del hombre para trastocar todo su compás. No influyen ahora tanto como antes los vientos. Los inmensos campos de maíz de la vecina Francia retienen hasta la inminente llegada de los fríos millones de palomas que arrancan en grupo cuando esto acontece, reduciendo la pasa a unos pocos días hacia finales del mes de Octubre. Lo demás es un simple goteo que no afecta para nada a esos dos o tres días de la gran pasa. Por otro lado son ahora mucho más numerosas las líneas de puesto que deben sobrevolar, hecho que les hace más desconfiadas, azorándose al más mínimo movimiento que capten durante el viaje. Así y todo, la llamada del sur se realiza dentro de las fechas establecidas por la naturaleza, si bien existen aún muchas lagunas en el conocimiento científico de este fenómeno. Son muchos los que consideran que una de las razones de la migración debe buscarse en la necesidad de sobrevivir en las épocas que el alimento escasea en la región habitual. Puede que luego el retorno en primavera a este lugar responda a un instinto de arraigo que conduciría al ave hacia su nido, hacia el escenario en que fundó una familia y crió unos polluelos. De todas formas el sedentarismo es una propiedad poco común en las aves, que por su capacidad de desplazarse con facilidad practican con asiduidad la trashumancia.