El misterioso impulso que motiva la migración de las aves ha llamado poderosamente la atención de los hombres desde el inicio de la vida en nuestro planeta. Tanto la Biblia como los escritos de Aristóteles en el siglo IV antes de la era cristiana prueban el apasionado interés que despertó el fenómeno en el seno de las antiguas culturas, que lo atribuían exclusivamente a cambios estacionales, a las épocas de las grandes lluvias y a los bruscos desniveles térmicos. Estas migraciones constituyen un fenómeno cíclico cuyo origen no es todavía totalmente conocido. Son numerosas las variedades avícolas cuyos organismos caen regularmente en esa impresionante manifestación biopsíquica, capaz de provocar un comportamiento condicionado que les lleva a efectuar dos largos y agotadores viajes por año, con un recorrido de muchos centenares de kilómetros. En España se observan signos de movimientos avícolas migratorios casi durante todo el año, siendo los más notables el paso de cigüeñas, becadas, alondras, vencejos, golondrinas, ruiseñores, tordos, codornices, ánades, palomas torcaces y estorninos. Los más recientes estudios realizados por los ornitólogos aportan nuevos e interesantes conceptos, aunque no pueden explicar el origen de las alteraciones que actúan sobre determinadas glándulas de secreción interna de los pájaros, a través de las cuales se producen unos estímulos extrasensoriales que provocan la migración. Es necesario evitar generalizaciones al hablar del fenómeno migratorio puesto que prácticamente en cada especie influyen sus características particulares, especialmente condicionadas a las circunstancias ecológicas más favorables para la conservación de la vida. Si parecen ponerse de acuerdo los ornitólogos al afirmar que el comportamiento de la becada es diferente al de otras aves migratorias. La partida de la becada desde el lugar donde ha nidificado hacia sus cuarteles de invierno depende del tiempo local. El comportamiento de estas aves está estrechamente ligado a las condiciones atmosféricas, porque clima y alimento son para la becada particularmente dependientes entre sí. Las fuertes nevadas o los hielos persistentes le impiden encontrar en el suelo sus principales alimentos, los gusanos. Los riesgos que corren las becadas en sus largos y penosos desplazamientos migratorios son enormes, lo que origina un gran número de bajas entre los sujetos más débiles, viejos o enfermos. La migración pasa a ser, pues, uno de los mecanismos de la sabia naturaleza para seleccionar a los sujetos encargados de reproducirse, proporcionando una prole robusta y capaz de regresar a los lugares de invernada. Se desconoce exactamente el mecanismo que permite a las becadas seguir la ruta más adecuada en el transcurso de su migración, puesto que la efectúan en vuelo nocturno, e incluso en noches nubosas lo que no les permite orientarse por los accidentes geográficos, la posición solar o las constelaciones estelares. Ello hace suponer la existencia de un maravilloso resorte de receptividad del pájaro a los impulsos cósmicos, actuando a modo de un radar ultrasensible que regula el perfecto sincronismo del desplazamiento.