El torpedo de los ríos, un pez de ida y vuelta
A pesar de las muchas penurias que están sufriendo los salmones: cormoranes por doquier que arrasan con los alevines, contaminación de los ríos, furtivismo, pesca industrial en el mar, regresión de la especie, …la pesca les sigue atrayendo con especial interés a un importante número de pescadores deseosos de vivir emociones inéditas. No todos tienen la fortuna o habilidad de sacar uno de estos torpedos del río, si bien el mero hecho de verlos saltar en los pozos con esa fuerza que los caracteriza justifica una jornada de pesca. Normalmente los salmones se pescan con cebo natural, con cebos artificiales y con mosca. Esta última modalidad, quizás la más atrayente y elitista, se empezó a practicar hacia 1896 en Santander, concretamente en el río Asón. Los pioneros fueron unos aficionados ingleses que consiguieron que el entonces arrendatario del río les permitiese pescar mediante el pago de una suma de dinero que en aquel entonces parecía desorbitada. Existen muchas variedades de moscas, pero bastará media docena para emplearlas según la luna, temporada y claridad del agua. Su rentabilidad estará sujeta muchas veces al capricho de los salmones, que en un río y época determinados despreciará un color para dar preferencia a otro. Todo pescador de truchas puede en brevísimo tiempo convertirse en pescador de salmones. Con las truchas se adquiere la práctica y el instinto del río; y quien haya pescado una trucha grande con nylon relativamente fino, perfectamente puede sacar un salmón. El salmón, cuando está por entrar a la mosca, lo hace más fácil y bruscamente que la trucha. Si esencial es en la caza estar familiarizado con las querencias de las piezas, no lo es menos en la pesca conocer los lugares donde el salmón gusta de descansar. Todos los ríos tienen grandes extensiones donde es casi inútil pescar con mosca al salmón; son sitios en los que el agua no corre, donde la mosca no trabaja y es muy difícil engañar a estos peces. Al llegar a un pozo de salmón hay que empezar a pescar desde la misma cabecera del pozo y terminar en la cola, donde ya el agua apenas tiene corriente. Si el río lleva poca agua, lo probable es tropezar al salmón hacia la cabecera; es decir, de la mitad para arriba del pozo. Lo contrario suele ocurrir cuando el río va crecido. La mosca debe lanzarse desde unos 50 grados aproximadamente, aunque el salmón suele salir cuando la línea y la mosca forman un ángulo recto con la caña. En las corrientes fuertes nunca debemos tirar de la mosca arrastrándola en contra del agua.