Cierto es que los linces después de estar sumidos en franca regresión han empezado poco a poco a recuperarse con la ayuda del hombre. Y es que las cosas del monte y sus animales están por desgracia supeditados a sus exigencias. El las trastocó y es él el que debe arreglarlo. Asi como suena. Y eso de que “la Naturaleza siempre sabia lo arreglará” vale para cuando vale, sobre todo cuando no se ha metido mano en el medio.
El caso es que después de años de gastar muchísimo dinero sin resultados aparentes al parecer se ha dado con la tecla para solucionar el problema. Se trataba de crear cuatro centros de cría en cautividad; dos en Andalucía, uno en Extremadura y otro en Portugal. Una vez efectuadas las sueltas en grandes fincas de caza para que estén debidamente protegidos y controlados por radiolocalizadores, proceder a la suelta.
En la actualidad España cobija 400 ejemplares en libertad, cifra todavía reducida si consideramos que al año mueren 20-25 ejemplares atropellados por los coches. Dice Luis Fernando Villanueva, miembro de la Oficina Nacional de la Caza y técnico de reconocido prestigio que al haber desaparecido el conejo de las zonas tradicionales se ve obligado a desplazarse con el peligro que ello conlleva al cruzar las carreteras. El caso es que los linces ahora están controlados y cuidados por cazadores como si se tratasen de parientes bien avenidos. En definitiva que el sistema funciona.
Habría que retroceder a 1960 para buscar una de las causas que ha motivado la regresión de este animal. Fue en esa fecha cuando el francés Armand Delille, introdujo el virus de la mixomatosis en el vecino país para controlar la plaga de los conejos. Supuso un desequilibrio en toda la estructura cinegética afectando primordialmente a linces, águilas y lobos, pues los conejos sin lugar a dudas eran la base de alimentación de estos predadores. La escasez de conejos obligó al lince a desplazarse de un territorio a otro viéndose muy a menudo en la dramática disyuntiva de morir por falta de alimentos, o bien correr el riesgo de ocupar una zona dominada por otros, ocasionando enfrentamientos con sus congéneres. Los incendios, han obligado igualmente al lince a retirarse de muchas zonas, cuando no a su muerte, víctima de las llamas.
En Euskalherria ya se cita la presencia de linces en el libro de cuentas de la Asociación de Ataun, cuando se dice: “A Pedro Munduate, por un tiguere que mato en el monte Agaunza (Ataun) dos ducados”. El año fue 1606 y no cabe duda que se trata de un lince, pues a los gatos monteses se les denominaba “basakatu” y a los tigres “katamotza”.