La caza puede desactivar la ‘bomba de relojería’ que supone el aumento de poblaciones de jabalíes
El confinamiento debido al Covid-19 y las limitaciones a la caza han impedido diezmar el número de ejemplares que puede derivar en un enorme problema de salud pública
J. Zengotitabengoa
El confinamiento de la población para intentar hacer frente a la pandemia producida por el Covid-19, incluidas las limitaciones a la movilidad a la que se han visto obligados los cazadores, está teniendo importantes consecuencias en el incremento de poblaciones de jabalíes y, en menor medida, de corzos y ciervos. Esa situación conlleva un serio peligro para los seres humanos, tanto por los accidentes de tráfico y por los problemas provocados en la agricultura o la ganadería, como por los riesgos de zoonosis.
La imposibilidad de desplazarse para abatir las especies de caza mayor existentes en Euskadi y el incremento de poblaciones de estas especies ha hecho saltar todas las alarmas ya que esta situación “puede llegar a convertirse en un verdadero problema de salud pública”, según sostiene Florencio Markina, doctor en Ciencias Biológicas, zoólogo y responsable de Aran Servicios Medioambientales.
Ver piaras de jabalíes que se adentran en las ciudades cuando la gente desaparece de las calles, se está convirtiendo en una situación recurrente y aunque los daños que generan tanto en rotondas como en jardines pueden parecer anecdóticos, lo cierto es que “la situación se está convirtiendo en una auténtica bomba de relojería”, apunta Markina.
Los daños que producen en el mobiliario urbano pueden resultar casi anecdóticos si se comparan con los que pueden provocar en la agricultura y, sobre todo, en la ganadería. “Es cierto que los daños en la agricultura se han incrementado muchísimo, pero sin nos ponemos a pensar en los que pueden generar en la ganadería si llega a producirse una epidemia de peste porcina africana, es para ponerse a temblar”, apunta el zoólogo.
Aunque esa enfermedad únicamente afectaría a ambas especies de suidos, los jabalíes también pueden provocar enfermedades como la tuberculosis o la leptospirosis que afectan tanto al ganado como a los seres humanos.
Y a todo ello es necesario añadir la implicación de estos animales en los numerosos accidentes de tráfico que, a falta de cerrarse el actual ejercicio, puede acercarse a niveles de años anteriores a pesar de que las limitaciones a la movilidad han reducido de forma sustancial el tránsito de vehículos.
Crecimientos incontrolados
Markina señala que los confinamientos decretados en primavera y en otoño para intentar hacer frente al Covid-19 pudieron resultar efectivos para intentar parar la pandemia, pero considera un error que esa medida llevase aparejada la prohibición de cazar, ya que “algunas de estas especies están teniendo un crecimiento incontrolado y pueden provocar otra pandemia tan grave como la que se quiere evitar”.
Por esa razón Markina señala que “si en enero o febrero se decreta otro confinamiento por un nuevo repunte del Covid-19, pediría a las autoridades que se piensen el tema de la caza del jabalí, y no porque la gente pueda ir a cazar o se pueda divertir, sino porque podría provocarse un problema bestial”.
El evidente incremento de las poblaciones de jabalíes era algo que los expertos ya preveían, “porque el invierno pasado fue excepcionalmente bueno; es decir, prácticamente no nevó ni hubo heladas, lo que propició que pudieran criar sin problemas”.
En los meses de mayo y junio se autorizaron “esperas nocturnas para intentar poner freno al incremento de poblaciones y se realizaron buenas capturas”. Además, las autorizaciones concedidas de forma excepcional para llevar a cabo batidas puntuales “tuvieron unos rendimientos espectaculares, con seis y siete piezas conseguidas en cada batida”, señala Markina.
Similares decisiones han sido adoptadas por las administraciones públicas en Cataluña o en Asturias, donde la actividad cinegética está resultando insuficiente para controlar los incrementos de ejemplares.