El Proyecto Caza y Oso, iniciativa emprendida por la Fundación Oso Pardo (FOP) con la implicación de los cazadores, ha permitido triplicar la población de plantígrados en la Cordillera cantábrica
La implicación de asociaciones de cazadores de Asturias y Cantabria en la conservación de Oso Pardo a través del Proyecto Caza y Oso impulsada por la Fundación Oso Pardo está tenido excelentes resultados que saltan a la vista. Durante el cuarto de siglo que se está desarrollando la campaña, la población de estos plantígrados se ha triplicado al pasar de los 60 o 70 ejemplares contabilizados en 1992 a los 250 existentes en la actualidad, a pesar de tratarse de un animal de lenta reposición porque no cría todos los años.
Estos datos avalan la validez de las iniciativas impulsadas desde la fundación que preside Guillermo Palomero para implicar a un sector, el de los aficionados a la caza, y hacer compatible su actividad con la conservación de esta especie que estaba en peligro de extinción. También ha sido necesario “lograr el acuerdo y contar con el apoyo del territorio, incluyendo a los cazadores, a los agricultores y a las autoridades locales”.
El Proyecto Caza y Oso nació en 1992 y fue una de las primeras iniciativas desarrolladas por la Fundación Oso Pardo, cuya filosofía está basada en demostrar la viabilidad de la coexistencia entre las actividades humanas y los osos salvajes en la Cordillera cantábrica.
Tras subrayar que “los cazadores cantábricos tienen una enorme consideración hacia el oso”, Palomero recuerda que en primer lugar fue necesario conocer “cuáles eran y dónde estaban los problemas para poder ser solventados, escuchando y tomando en consideración” a los sectores implicados. La iniciativa se iba a materializar en una zona en la que la caza del jabalí cuenta con miles de aficionados que son verdaderos apasionados de esa práctica cinegética.
Más de 4.000 cazadores pertenecientes a decena de sociedades asturianas se implicaron inicialmente en un plan en el que se comprometieron con la FOP para aunar esfuerzos encaminados a conocer la presencia de osos en los cotos y de combatir el furtivismo y la utilización de veneno.
Los acuerdos entre ambas partes fueron fáciles y cómodos porque “no había, ni mucho menos, animadversión hacia el oso y de hecho al cazador le agrada verlo cuando sale al monte”, señala Palomero. Sin embargo, se trataba de hacer compatible la presencia de unos y otros para evitar que se produjesen “interferencias”.
El objetivo radicaba en evitar la caza en las zonas y en las épocas en las que hibernan los osos, de enero a marzo, así como sus zonas de cría. Todo ello con la finalidad de evitar las incidencias con los monteros porque las madres son muy celosas en el cuidado de sus crías.
Para informar de ese tipo de situaciones se editó un primer manual para que los aficionados pudiesen conocer mejor la vida del oso cantábrico, además de realizar recomendaciones para evitar molestias o accidentes durante la caza en batida del jabalí. A esta primera publicación le siguió otra dirigida a los cazadores de Cantabria, a donde se extendió la campaña, y más tarde se editó otra para los de Castilla y León.
Junto a las campañas de divulgación, la FOP propició la limpieza de los puestos de caza con la finalidad de incrementar la visibilidad y desarrolló otras actividades encaminadas a acabar con la tradición existente en el occidente cantábrico para colocar trampas de lazo para atrapar corzos, jabalíes y otros animales.
“Esa tradición había que combatirla, por un lado, denunciando a los laceros y, por otro lado, ayudando a los paisanos a proteger sus cultivos facilitándoles pastores eléctricos”, según apunta Palomero. En total fueron unos 1.500 los aparatos cedidos a los agricultores y apicultores, lo que contribuyó a crear un buen ambiente y la complicidad entre los paisanos y cazadores locales. Este programa, sin embargo, está paralizado durante los dos o tres últimos años por la falta de subvenciones.
La inexistencia de ayudas que impiden acometer nuevas inversiones no ha impedido que se mantenga el apoyo social y la aceptación que los osos tienen en ambientes tan humanizados.
La presencia de seres humanos por todas partes requiere administrar la conservación del oso “con mucha atención, porque es necesario ir siempre por delante de los conflictos ya que un crecimiento en la población de ejemplares genera conflictos y nuevos retos de conservación”.
La presencia del oso está resultando además un elemento que atrae a los visitantes y propicia el turismo, aunque puede suponer un problema sobre todo con los osos más jóvenes que se muestran más relajados ante la presencia humana. “Ahora son más tolerantes con los hombres y eso es peligroso y conflictivo. Antes se acercaban de noche pero ahora acceden de día a los núcleos poblacionales y lo que hay que hacer con ellos es deshabituarlos con voces, ruidos o disparándoles balas de caucho en el culete”.
Tras haber contribuido a la estabilización de la población de osos en la Cordillera cantábrica, la FOP ha iniciado una campaña similar en los Pirineos. Con esa finalidad están desarrollando un proyecto europeo conjuntamente con la Generalitat de Catalunya y con la colaboración de los cazadores y esperan ampliarlo en breve a Nafarroa y Aragón.
La fundación que preside Palomero, además, desarrolla desde hace más de una década un programa encaminado a la recuperación de otro animal en peligro de extinción como es el lince ibérico. Según los datos de que disponían la FOP apenas quedaban 160 ejemplaren en Doñana y en Sierra Morena oriental.
La implicación de cazadores y gestores de cotos de caza en el desarrollo del programa en Sierra Morena, ha permitido constatar, según Palomero, “la obtención de mejores resultados que en aquellas zonas gestionadas por organizaciones ecologistas al albur de las subvenciones”.