Hace pocos meses el tema de la peste porcina africana sonaba así como propio de países lejanos, preocupante, pero no en exceso. Grave error, porque de darse el caso en nuestra tierra el problema es gravísimo y de muy difícil solución. Y es que está en juego toda la población de jabalíes y el futuro de muchas empresas cárnicas durante muchos años. Así como suena. Pues bien, en Bélgica en la zona que linda con Francia se han dado más de 280 casos que yo sepa. El tema es tan grave como que los siguientes bien podríamos ser nosotros si el problema no se erradica, nada fácil por cierto. Así que antes de que sea tarde habrá que estar bien preparados. Y para ello nada mejor que hablar con los cazadores ya que son los únicos que pueden regular las poblaciones de los suidos de determinadas zonas para que el virus no se propague. En Bélgica pretenden acabar con todos los jabalíes que haya en zonas de alto riesgo al igual que Polonia que entiende que habrá que matar 200.000 jabalíes. Y es que la peste avanza unos dos kilómetros al mes. Francia en el punto de mira cuenta ya con los cazadores y construye cercas en zonas de alto riesgo que asigna el Gabinete de Crisis. Si en España, llegado el caso llaman a los cazadores estos colaborarán sin escatimar esfuerzos. Un ejército dispuesto a aportar conocimientos, perros, armas, voluntad a raudales, a cambio de nada. En el fondo son unos románticos que no pueden obviar el encanto de una batida de jabalíes. Así suele ser más o menos una cacería al uso: una vez en lo alto de la crestería, el cazador comienza a agradecer los tibios rayos solares que dulcifican el ambiente de hielo y humedad. Desde esta admirable atalaya el cazador disfruta de un horizonte libre de brumas, nieblas y celajes. Sosegado el corazón, templados los nervios y serenado el espíritu, espera con ansiedad el momento del levante. Al rato se produce la ladra coreada por las voces de ánimo del perrero. Vuelve nuevamente la sobreexcitación en el cazador sacudiéndole todas las fibras de su organismo. A la media hora observa la jeta canosa del viejo jabalí parado justo a la salida del bosque. Se está cargando de aire, barrunta el peligro y tiende a recular. Pero no se mueve aunque los perros se le van aproximando por el rastro. En esto llega a su altura un machete de unos 50 kg. que no duda en romper a los puestos. El macareno observa a la espera de acontecimientos. Suenan dos disparos. El jabato ha tenido suerte, los tiros se quedaron cortos. El viejo jabalí da la vuelta y se adentra en el bosque a contrarrastro. La poderosa silueta del berraco se perfila en unos canchales atento a los ruidos que una vez más dejó atrás. Pero todo sé andará y tarde o temprano pagará con su vida haber osado inquietar a una sociedad de urbanitas que le protegió mientras no le molestó