Algo tienen
las lubinas que la
gran mayoría
de pescadores de mar
las desean por muy
difícil que sea
trabarlas. Y
evidentemente lo es,
no en vano requiere
conocimientos de la
especie y un buen
manejo de las artes
para que entre al
señuelo y
poder sacarlas. Y es
que las lubinas cazan
a ciertas horas sin
dejarse intimidar por
nada mientras que en
otros momentos, por
apetitoso que sea,
puede conmover su
glotonería. La
sardina es una de sus
piezas favoritas, pero
cuando la lubina no
está en una
racha en la que
abundan arrancan
contra toda clase de
pescados
pequeños.
Gusta de
moverse en aguas no
muy profundas junto
a las rocas, a no ser
de que haya viento
que bata las
costas.Normalmente
marchan en grupo y
de tener la suerte de
trabar alguna es
prudente repetir en el
mismo lugar. Son tan
voraces que aunque
consiga escaparse del
anzuelo con la
mandíbula
rota, si tiene hambre
volverá a
buscar el cebo en
poco tiempo. Una vez
enganchadas tiran
mucho por lo que es
aconsejable levantar
bien la caña
para que su
elasticidad ayuda en
su tensión al
nylon y éste, a
su vez, vaya
ahogando al pez sin
romper por lado
alguno. Una vez
próxima al
puerto o escollera
conviene estar
preparado para
sacarlas con una
especie de salabardo
grande, bien con
mango de madera o
cuerda según
los lugares. En las
zonas arenosas como
las playas
bastará
aprovechar la llegada
de una nueva ola
para ir
acercándola
poco a poco. Entre el
oleaje que arrastra
toda clase de
residuos
orgánicos
gusta situarse a la
lubina para
alimentarse
copiosamente. Hay
que tener presente
todas estas
circunstancias a la
hora de preparar el
cebo adecuado y
sobre todo valorar
que aparte de
atrayente sea
duradero para
aguantar todos los
embates de las olas.
El chipirón de
carnes enjuntas es un
cebo especial si se le
presenta en el
anzuelo en formas de
tiras del grosor de un
dedo, a modo de
pequeño pez
que serpentea con
aire de tener vida.
Bien sujeto
en un anzuelo
más bien
grande, como
mínimo del 0,
en forma de pico de
loro para que no se
pierda entre el cebo y
enganche bien
cuando la lubina
acuda inquieta. La
caña cuanto
más larga
mejor, con puntero
medio sin llegar a ser
muy gordo. Bien
anillada y con hilo en
la línea del 45
para terminar en un
puntero del 35, todo
ello en un carrete
poderoso con buen
freno y cumplida
capacidad en la
bobina. Una lubina
del cantábrico,
recién
pescada, de 5
ó 6 kilos en la
mesa de un pescador
aparte de un lujo al
alcance de muy pocos
es el sueño
dorado de esos pocos
que desafiando en
estas fechas un mar
vigoroso aguantan
estoicamente encima
de la escollera, cara
al viento, la picada
sorpresiva de la reina
de las rompientes.