La reina de las rompientes
Con la llegada del buen tiempo, los pescadores de mar se acercan a las escolleras de los puertos o a las mismas rocas, buscando ese lugar especial para echar las cañas e intentar hacerse con alguna lubina. No es una tarea fácil. Lo saben bien. Y mucho menos de noche, aguantando humedades, lluvias, vientos y toda clase de incomodidades. De todas formas, no hay que perder la ilusión. La constancia y la sabiduría del pescador también encuentran recompensa y habrá días en los que las capturas puedan contabilizarse por kilos, se han llegado a pescar lubinas de doce kilos y un metro de longitud. La lubina, reina de playas, puertos y ríos, encuentra su sustento, sobre todo, en las espumosas y oxigenadas rompientes. Su línea aerodinámica le convierte en una gran nadadora y en una viajera infatigable. Pez depredador por excelencia, rápido y a veces rabioso, voracísimo cazador, sus alimentos preferidos son los esguines en los ríos salmoneros, así como las gusanas, quisquillas, anchoas, sardinas, angulas y pequeñas anguilas. Aunque su pesca puede practicarse durante todo el año, las mejores épocas son la primavera y el otoño. Apenas alcanza un cierto tamaño, se vuelve un pez solitario y prefiere permanecer en aguas de mayor salinidad, a diferencia de lo que ocurre a edades más tempranas, cuando acostumbra a introducirse en el mismo río aprovechando las subidas de las mareas y retornando al mar al descender las aguas. El periodo lunar es otro elemento a tener en cuenta. Las mareas de agua muerta son las peores para la pesca de la lubina. Acontecen dos veces al mes, las noches de Luna llena. Los mejores días de pesca, por el contrario, son aquellos que preceden a estos periodos de calma, es decir, los quince días comprendidos entre el cuarto menguante y el cuarto creciente. Cuando la marea sube, las lubinas atraídas por la corriente saben que pueden desenvolverse sin peligro. Pero cuando decrece la altura de las aguas, se baten en retirada, lo que ocasiona una diferencia comprobada en el rendimiento de la pesca. Existe otra modalidad de pesca de la lubina, la llamada curricán, que se realiza desde embarcación. Se trata de arrastrar un cebo desde un sedal tendido desde popa. Se actúa sobre profundidades mínimas, de dos o cuatro metros como máximo, y sin ninguna clase de plomada o bien con una muy ligera, colocada a un metro del anzuelo, puesto que habitualmente la lubina se alimenta no sólo debajo de la superficie sino también a media agua o cerca del fondo. Por este motivo, el recorrido de la embarcación debe ser paralelo a la orilla.