En apenas diez días, con la festividad del Pilar, muchos miles de cazadores vizcaínos de menor se echarán al monte en pos de aves migratorias, malvices y palomas torcaces principalmente, y los más optimistas comenzarán a revisar nuestros bosques con sus perros en busca de las primeras sordas.
En estos días de preparativos, además de toda la documentación necesaria y los infinitos accesorios, conviene dar al menos un repaso a los diversos aspectos referidos a la seguridad, que aunque no consten en ningún papel, todo cazador debiera tener en cuenta para alejar lo más posible el mínimo riesgo que dé lugar a cualquier mínimo accidente en el desarrollo de esta actividad.
Así, las armas, tanto escopetas como rifles, deberán estar ya para estas alturas en perfecto estado de funcionamiento, y ante la mínima duda aún se puede recurrir con prisa a un armero profesional que resuelva todas las dudas o reponga piezas desgastadas, desajustadas o defectuosas. Por supuesto, antes de cazar no se permanecerá nunca en lugares públicos con las armas desenfundadas y montadas, aunque estén descargadas.
Si se dejan momentáneamente en el coche, que no estén nunca a la vista, lo que no nos protegerá de denuncias por descuido en su custodia si acudimos a algún bar o cafetería, por otra parte lugares de reunión antes de las jornadas de caza. El mejor consejo para los traslados y viajes siempre es el de la prudencia y tampoco perder nunca de vista al coche ni al arma.
CAZANDO. Ya durante la propia acción de cazar, a la hora de cargar nunca se cerrará la escopeta ni el rifle horizontalmente. Si hubiera un disparo fortuito, mejor que vaya al cielo. O incluso al suelo, pero sabiendo que existe riesgo de rebotes. A la hora de andar, el cañón deberá ir dirigido de nuevo mejor hacia el cielo que al suelo; jamás en dirección a los compañeros o perros. Cuando se cace solo se deberá respetar esta máxima.
También tener el seguro siempre echado y el dedo lejos del gatillo. Es cuestión de costumbre, que no tarda en cogerse. Cuando se identifica la pieza, el cerebro ordena quitar el seguro y acercar el dedo índice de forma automática. Desconfiar de quienes tengan adquirida la mala costumbre de ir al contrario, sin seguro o con dedo por dentro del guardamonte, ya que tarde o temprano se les escapará el índice, y mejor estar lejos si no se puede reprobar su conducta. Tampoco se debe apoyar jamás la boca del cañón en el suelo, ni hurgar en ramas con él, no es un palo, para evitar que se introduzcan objetos dentro que puedan provocar su estallido. Por supuesto, al cruzar obstáculos tales como alambradas, arroyos o muros de piedra, mejor abrir y descargar la escopeta o rifle.
DISPARO. El momento siempre más delicado es a la hora de apretar el gatillo. Parece demasiado evidente, pero siempre se deberá saber y calcular, antes de disparar, dónde irá el perdigón a dar o incluso a caer. También se deberá vigilar este aspecto con las balas de rifle, de mayor alcance y ???poder de parada???, letal a varios cientos de metros. Ante la mínima duda, siempre será mejor no doblar el dedo índice. Ya habrá otra ocasión de disparar en mejores condiciones y sin riesgos.
Ello implica jamás disparar sobre matorrales que se mueven o al oír ruidos sin saber antes qué o quién los hace. La munición deberá estar en buen estado, evitando dejarla al sol, ya que un excesivo calentamiento y la sobrepresión pueden causar un serio e inesperado accidente. Si la escopeta lleva choques intercambiables, se vigilará que no se aflojen durante la caza. Y si se está en batidas, no moverse del puesto y menos sin avisar, sabiendo dónde están los compañeros. No fiarse nunca de las distancias y no disparar hacia visos ni cambios de rasante.
Si se tienen siempre presente estos sencillos consejos, seguramente se evitarían la mayoría de accidentes. Se trata es de disfrutar de esta afición, no de padecerla por descuidos la mayoría de las veces evitables.