Las federaciones de caza se unen para desmontar con datos oficiales las mentiras sobre perros abandonados
Los bulos lanzados por colectivos animalistas para incitar al odio contrastan enormemente con las cifras reales de abandono de estos animales
Todos los meses de febrero, grupos animalistas inundan las redes sociales con una falacia que tratan de transformar en verdad a fuerza de repetirla. Aprovechando el final de la temporada de caza, sacan a relucir que 50.000 galgos son abandonados anualmente, un dato sin autoría alguna y que es reiterado como uno de los mantras más poderosos para reclamar la desaparición de la caza.
Sin embargo, esta cifra dista mucho de la que, en realidad, se da en España, según los datos oficiales del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona). Por ello, las federaciones de caza de España, junto con Mutuasport, han elaborado un documental para desmentir con argumentos sólidos los bulos que sustentan los mensajes de odio hacia los cazadores.
Bajo el título La verdad sobre los perros de caza en España, el vídeo (publicado en YouTube) relata cómo el perro ha llegado a considerarse el mejor amigo del hombre gracias a la caza. Desde que hace más de 18.000 años los primeros lobos fueran domesticados, estos animales siempre han estado vinculados a la actividad cinegética.
Los sectores animalistas más radicales reniegan de este hecho e incluso llegan a cuestionar su innata genética cazadora, en un paso más de su pretensión de demonizar la figura del cazador. Para ello, recurren a argumentos baldíos, como el de que febrero es un mes negro para los perros de caza, ya que, según afirman, son abandonados de forma masiva al terminar la temporada.
El galgo ha pasado a ser el icono de su lucha contra la caza, al exponer con insistencia que 50.000 de estos ejemplares se abandonan en España anualmente. Pero la realidad contradice este número. Ana Prieto, sargento del Instituto Armado, afirma que las cifras del Seprona establecen que, en el 2018, se abandonaron 546 perros, de los que 172 eran animales de caza, 52 de ellos galgos.
En este sentido, cabe reseñar la acción de las mafias dedicadas al robo de estos perros, unos animales muy apreciados por los cazadores. Prieto apunta que en ese mismo año se registraron 183 robos de galgos, una cifra que sube hasta los 285 si se incluyen otras razas de perros de caza. Se sabe que muchos ladrones de galgos los abandonan después o, simplemente, acaban escapándoseles.
Confirma este hecho la situación que vivió un galguero de La Roda (Albacete), José Emilio Simarro, que sufrió dos robos en apenas unos meses.
Tiempo después, encontró a su perra en una protectora. Al animal le habían quitado su chip y estaba a punto de salir hacia Bélgica. “Que te roben al perro es lo peor que te puede ocurrir. A mí me sucedió en dos ocasiones, aunque en la segunda los pillé a tiempo y llegamos con la Guardia Civil justo cuando se los estaban llevando. Ya tenían un perro fuera, pero no pudimos cogerlos, porque lo soltaron y salieron corriendo campo a través. Normalmente, los algos que son abandonados son los de esas personas oportunistas, los furtivos, a los que tanto aborrecemos en el mundo de la caza”, resalta.
Tal y como se subraya en el vídeo, hay varias realidades que permanecen invisibles a los medios de comunicación, como las campañas de tenencia responsable de mascotas organizadas por los cazadores. Una de las más importantes ha sido la desarrollada en Andalucía bajo el eslogan “mi perro de caza”. José María Mancheño, presidente de la Federación Andaluza de Caza, explica que nació con la meta de trasladar a los más pequeños la realidad del perro de caza y la importancia de estos animales para los cazadores. “Es un miembro más de la familia, y enseñamos a los niños cómo se debe educar un perro y cómo hay que comportarse”, describe.
De la pertenencia a la familia da buena cuenta José Luis Pérez, un cetrero de Encinas Reales (Córdoba), que desmiente otro de los bulos más empleados, referido a que los perros son abandonados cuando dejan de ser útiles. Su perra perdió un ojo en un accidente, lo que redujo considerablemente su capacidad para la actividad cinegética. “Me la llevé corriendo al veterinario llorando como un niño”, relata, para añadir que “no por que estén mermadas sus habilidades la voy a dejar. Ella tiene que vivir todos los días de su vida en mi casa, porque es, como el resto de mis animales, miembro de la familia”.
Por último, el documental revela el daño que pueden hacer las llamadas al odio de los animalistas, contando la historia del rehalero que en el 2018 dio la vuelta al mundo tras las imágenes grabadas cuando sus perros caían por un barranco en Cáceres. José Luis Rosado sufrió desde entonces una brutal campaña de acoso a través de las redes sociales, en la que se lo llegó a amenazar de muerte. La investigación del Seprona dictaminó que fue un accidente de caza, pero a este hombre lo tacharon de asesino. “Me decían que querían hacerle algo al coche, para que, cuando me montara con mi familia, nos matáramos en la carretera. Por las noches, al oír cualquier ruido, me levantaba a mirar por la ventana. Vivía con un miedo constante”, rememora.
Sus lágrimas nos recuerdan que todos los discursos de odio tienen consecuencias. “En las guerras, y la del odio animalista lo es, siempre hay víctimas, y la primera de ellas es la verdad”, concluye el documental