N.G.- La energía hidroeléctrica cumplió un papel fundamental en el abastecimiento humano e industrial de épocas pasadas. Hoy en día, su aportación al conjunto de la energía empleada en estos usos es testimonial. En cambio, las minicentrales que salpican los cursos de los ríos guipuzcoanos dañan la vida animal a veces de forma irreversible.
La Federación Guipuzcoana de Pesca, preocupada por este impacto, lleva años luchando contra la actividad de estas instalaciones. Los métodos poco legítimos que se utilizan en muchas de ellas para aumentar su rentabilidad van en detrimento de los ecosistemas fluviales.
«Almacenan el agua y la sueltan, algo que está prohibido, pero se arriesgan y lo hacen. En esta operación se reduce el caudal del río de forma considerable, los peces se mueren y los insectos también», destaca el presidente de la Federación Guipuzcoana de Pesca, Patxi Urruzuno.
Algunos propietarios de las minicentrales tampoco respetan la obligatoriedad de ceder el 10% del volumen de captación interanual. Se trata del caudal ecológico o cantidad de agua mínima necesaria para preservar las distintas formas de vida en su recorrido. El secretario de la Federación, Patxi Amantegi, aunque crítico con esta falta de sensibilidad, va más allá y piensa que habría que revisar ese concepto. «El caudal ecológico debería suponer el 100% del agua y se debería poder retirar únicamente lo que excede de ahí, no el 30% del agua del estío».
CAUDAL ECOL??GICO Amantegi es consciente de que la pretensión de los pescadores quizás no sea bien comprendida debido a la aceptación de la que goza la energía hidroeléctrica como fuente de recursos alternativa. Pero cree que este tipo de explotaciones ya no tiene mucha razón de ser. «Si se respetara el caudal ecológico y no se dispusieran de las ayudas que el Gobierno ofrece a las energías renovables no serían rentables. En cambio, el coste ecológico es excesivamente alto», asegura el secretario de la Federación, que propone un debate que aclare esta paradoja.
CONCESIONES ANTIGUAS Prácticamente todos los ríos de Gipuzkoa albergan en su seno este tipo de sistemas de generación de energía eléctrica, desde el Oria, el Urumea o el Urola, pasando por el Deba. Pero en la federación no preocupa tanto la explotación de estos cauces, algunos de ellos muy contaminados, como la preservación de los que gozan de valor ecológico, los del Leitzaran y el Araxes.
Patxi Amantegi añade que mantener estas centrales menoscaba el aprovechamiento económico de los ríos mediante otras actividades. «Si los exprimes los ríos, limitas la posibilidad de desarrollo que ofrecen actividades como la pesca deportiva o los usos recreativos. Si los ríos no producen peces, no atraemos a turistas ni deportistas».
Las instituciones lo tienen difícil para limitar o evitar la existencia de los saltos de agua, puesto que se trata de concesiones muy antiguas y, de cancelarlas, sus propietarios deberían recibir una fuerte compensación económica.
La Federación es consciente de esta dificultad, pero vigila para que no se renueven las concesiones que van caducando. «En un tiempo, el EVE favorecía estas minicentrales, pero luego se dio cuenta del daño que ocasionaban y dejó de hacerlo. También la Diputación ha acabado asumiendo esta tesis», aplaude Patxi Urruzuno.