Los estragos del jabalí en la Ribeira Sacra: si no hay uvas tira bancales
Los jabalíes parecen emplearse este año con saña nunca vista en los viñedos de la Ribeira Sacra. Las pérdidas que dejan a su paso siempre sin cuantiosas. Por cada racimo que comen, y no son pocos, dejan otros dos o tres machacados en el suelo. Tras meses plagados de dificultades en forma de hongos y episodios meteorológicos adversos -mildiu, black-rot, oídio, granizadas-, son muchos los viticultores que pierden buena parte de la cosecha por estas incursiones a pocos días de la vendimia. Durante el paréntesis otoñal, algunos tendrán que esforzarse en reconstruir las paredes de las viñas. Donde no encuentra uvas, al jabalí le da por derribar los muros.
«Este año están como locos», dice Pablo Soldavini, en su día enólogo de la bodega de Fedellos do Couto y ahora embarcado en un proyecto propio. Trabaja viñedos en el municipio Pantón y también en Lumeares, más cerca de su cuartel, en la localidad ourensana de Castro Caldelas. En Lumeares, el jabalí socavó el terreno hasta derribar los bancales. «En mi viña hay poca uva este año, tiene más en las de al lado. Se ve que me ajustó las cuentas», dice Soldavini con humor resignado.
El incremento generalizado de los daños de los jabalíes en las zonas de ribera tiene para él una explicación muy sencilla. «Con el confinamiento no hubo caza y la población se ha disparado. Cuando estábamos encerrados, los veías pasear por la calle en Castro Caldelas. Ahora hay días que estoy en la viña y los siento casi al lado en el terreno que está a monte», señala el viticultor.
Desherbado gratuito
En más de una ocasión, los jabalíes ahorran el desherbado de parte de las viñas. En su busca de raíces y gusanos, son capaces de levantar en amplios tramos el terreno pedregoso de las laderas. El problema surge cuando excavan cerca de las paredes que sostienen las filas de vides. La inclinación del terreno y el tipo de construcción de los muros -sin ninguna argamasa entre las piedras- propicia que los efectos del hocico del jabalí puedan resultar devastadores.
El caso de la viña de Lumeares no es una rareza, aunque lo habitual es que los daños se centren en las uvas. Cosecheros de toda la Ribeira Sacra se las ingenian estos días para poner a salvo de los jabalíes una cosecha precoz. Proliferan pastores eléctricos y detonadores que con sus explosiones tratan de alejar a este animal de las vides. Sustancias de todo tipo supuestamente repelentes impregnan trapos ocultos entre las cepas en el interior de botellas de plástico.
Muchas veces, ni por esas se salva la cosecha. «Sempre hai alguén a quen lle toca», sentencia Carlos Losada, viticultor profesional y dueño o arrendatario de viñedos en diferentes puntos de la denominación de origen. En Vilachá de Salvadur, ribera del Sil en A Pobra do Brollón, se encuentra uno de ellos. No le tocó este año, pero en parcelas colindantes el jabalí deja pérdidas por encima del 50% de la producción.
Las viñas de maduración más precoz son las que salen peor paradas. «Canto máis cerca está a vendima, máis viñas hai coa uva madura e tamén teñen máis onde escoller», comenta, en esa misma ribera, un cosechero de Trasmonte.
Daños fuera de toda medida en un año en el que solo hubo batidas excepcionales
La declaración del estado de alarma como consecuencia de la pandemia se produjo el 14 de marzo de este año. A partir de ese momento, la actividad cinegética quedó en suspenso en todo el territorio español. A finales de abril, la Xunta de Galicia adoptó medidas que flexibilizaban la prohibición inicial. La campaña del maíz se aproximaba y en la comunidad autónoma se autorizaron entonces batidas «de forma excepcional» para evitar daños en la agricultura y accidentes de tráfico motivados por la expansión de la caza mayor.
La actividad cinegética de los últimos meses, pese a ello, fue sensiblemente inferior a la de un año normal. En el caso del jabalí, existe consenso entre los viticultores a la hora de señalar que se produjo un crecimiento incontrolado de su población. Los daños causados por estos animales son frecuentes cuando la uva comienza a madurar, pero en los prolegómenos de esta vendimia parecen estar fuera de toda medida. Las zonas de monte próximas a la viña son un buen escondite para estos animales por la abundancia de agua y comida y las reticencias de muchos cazadores a realizar monterías donde a veces resulta complicado sacar los ejemplares abatidos.
Fuente. lavozdegalicia.es