Los perros de sangre son fundamentales en la recuperación de piezas de caza mayor heridas. La Asociación Española del Perro de Sangre (AEPES) sensibiliza a los cazadores para reducir el número de reses que cada año se pierden en el monte tras una batida o rececho.
Aunque pueda parecer una obviedad que “la acción de caza no termina con el disparo, sino con el cobro de la pieza”, la Asociación Española del Perro de Sangre (AEPES) se esfuerza desde hace más de una década por sensibilizar a los cazadores en torno a la necesidad de utilizar perros de sangre para minimizar el número de reses de caza mayor que se pierde cada año.
Cada temporada se quedan en el monte “un gran número de piezas de caza mayor” que tras ser heridas “nunca llegan a ser cobradas”, según apuntan desde AEPES, por lo que la utilización del perro de sangre se convierte en un valioso auxiliar en la acción de caza. La participación de los canes “nos ayuda a recuperar esas piezas, evitando al animal una muerte carente de sentido”, algo que forma parte intrínseca de la caza y que “la ennoblece y la dignifica”, según sostienen desde la asociación.
El uso de perros de sangre “no es una práctica muy usual entre las cuadrillas de cazadores y, de hecho, el conductor del perro de sangre es alguien especializado en el rastreo que normalmente no forma parte de ese grupo”, según señala Ander Garmendia, delegado territorial para Euskadi y Nafarroa de AEPES y único rastreador acreditado por esa asociación para ambas comunidades.
“Muchos cazadores están convencidos de que si sus sabuesos no han localizado la pieza a la que han disparado en una batida, el animal ha escapado sin haber sido herido. Pero esa percepción es un gran error y se lo hemos demostrado en algunas ocasiones, ya que los perros rastreadores son especialistas en rastros fríos”, señala Garmendia que realiza esta actividad con Lur, un teckel especializado que puede encontrar la pieza hasta 36 horas después de haber recibido el disparo.
Trabas administrativas
Las actividades de los rastreadores de AEPES, sin embargo, tienen como principal contratiempo que “las batidas, por lo general, se realizan en domingo y si un animal ha quedado herido nos avisan para que nos acerquemos al día siguiente que es lunes y por lo tanto no es un día hábil para la caza. Ir con el perro, aunque no llevemos escopeta, se considera una acción de caza y en Bizkaia, por ejemplo, nos hemos encontrado con algunas trabas administrativas”, apunta Garmendia.
La defensa del rastreo con perro de sangre ante las administraciones es precisamente una de las premisas de la asociación, que también persigue sensibilizar a los cazadores y pretende profundizar en el conocimiento de este arte “que forma parte de la cultura venatoria española al menos desde el siglo XVII”, señalan desde AEPES. Con esos objetivos y con los de “intentar aproximarnos a la experiencia con la que ya cuentan en otros países europeos”, se organizan cursos de formación como los que se imparten este mismo mes en Salamanca, en niveles de iniciación y de perfeccionamiento.
En la actualidad unos 24 equipos de conductor y perro constituyen una red que abarca todo el Estado español, ya que su radio de acción se sitúa entre los 50 y los 200 kilómetros. Los contactos están a disposición de los interesados en la web www.aepes.es de la Asociación Española del Perro de Sangre.
Además de mostrar respecto hacia los animales heridos, Garmendia recuerda que la filosofía del rastreo de reses no persigue únicamente la recuperación del trofeo, sino que resulta “igualmente importante la posibilidad de evitar la muerte lenta y carente de sentido de un animal”. De hecho, dar un sentido a la muerte del animal es una de las premisas que justifica la cultura venatoria.
Reconocimiento del ‘anschuss’
Ante la posibilidad de haber herido a un animal durante una batida, Garmendia recomienda “hacer un reconocimiento del ‘anschuss’, es decir, la zona del impacto del disparo donde estaba el animal y tratar de localizar algún indicio de herida como sangre, pelo, contenido estomacal o fragmentos de carne y hueso”.
La presencia de perros de sangre tiene como finalidad “evitar un sufrimiento innecesario a la pieza, porque un animal puede haber sido herido en la mandíbula y puede tardar horas en morir de hambre”, apunta Garmendia. Además, evita “que se desperdicie la carne de caza y su consiguiente valor económico; se valora el trofeo obtenido; y, por último, permite determinar el número de animales cazados y contribuir así a la correcta gestión del sitio de caza”.
Aunque la mayor parte de los rastreos se llevan a cabo sobre piezas de caza mayor como jabalís, corzos o ciervos heridos en batidas, los equipos de rastreadores de AEPES también intervienen en otros casos diferentes. Garmendia apunta la recuperación de un búfalo de agua que escapó de una granja de Barcelona y fue encontrado tras haber provocado un accidente de tráfico, o de un lobo que también había provocado un incidente similar en Asturias”.