Como no podía ser de otra forma, la manifestación de los rehaleros deportivos del día 13 en Madrid fue todo un acontecimiento impregnado de emotividad y enjundia cinegética. Desde primeras horas, los alrededores del estadio Santiago Bernabeú acogieron a miles de rehaleros de todas las edades que, a toque de caracola reclamaron la paralización de las exigencias gubernativas con su actividad. No en vano pretenden que se considere su afición como un negocio con todo lo que ello conlleva en el aspecto tributario a la Seguridad Social y a Hacienda. Una barbaridad.
A todas luces improcedente por tratarse de un colectivo, los rehaleros deportivos, que cazan por afición y sufragan con su esfuerzo y dinero, todos los gastos que genera una rehala. ¿Que reciben de vez en cuando alguna propina?. No lo creo y si esporádicamente alguno lo hace, estamos hablando de una cantidad para poder almorzar y poco más. Además ¿quién les paga los gastos que genera una rehala, como son: pienso, veterinarios, seguros, gastos de desplazamiento, tasas, licencias y cientos de horas dedicadas al cuidado de los perros? ¿Cómo es posible que se les haga tributar a los que son imprescindibles para regular la fauna y generar riqueza? ¿Quién se atrevería a circular de noche si dejasen de cazar? No sólo deberían dejar de perseguirlos, sino deberían ser remunerados por la administración por el trabajo que hacen en beneficio de la sociedad.
Así las cosas, espero y deseo que impere la cordura, que imperará, porque de lo contrario, mala uva, broncas y vuelta a empezar en La Castellana, pero esta vez con toda la fuerza del colectivo y creánme que no es poca!.
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