No a gusto de todos, pero al final llovió. Tarde, pero llovió, que no es poco a la vista de cómo estaba aconteciendo la temporada. Es lo que hay y los cazadores lo agradecen porque las codornices se mueven mucho más y las posibilidades de que el perro las barrunte es muy superior. Hacía falta como agua de mayo, los campos parecían un erial y en muchos lugares incluso se resquebrajaba la tierra. Los pequeños riachuelos casi habían desparecido y los manantiales de montaña estaban más secos que la mojama. Afortunadamente el rocío o aguazo mañanero ha empezado a humedecer el monte. Y eso es una maravilla para que codornices y perdices beban lo suficiente para subsistir en el lugar. Así que cuando al despuntar el alba las botas de los cazadores se mojen es buena señal para que haya codornices. Por el contrario supongo que la plaga de garrapatas que nos ha invadido a consecuencia del intenso calor sufrirá con el agua. No así robles, encinas y alcornoques, cuyas bellotas, pura energía para los animales salvajes y domésticos, dilatan su corteza para que sus frutos prevalezcan. Todo apunta a que en breve vendrán tiempos mejores en los que las corrientes de los ríos nos susurraran misterios de las montañas para darnos esperanza de vida a los humanos. Y es que si no hay agua, en el monte no hay vida, tanto en invierno como en verano si no arroya siempre viene bien. Tanto es así que el sultán del monte a nada que pase unos días y llueva un poco entrará en celo y sus bramidos retumbarán por todas las sierras reclamando la presencia de su harem. Una modalidad ésta de la berrea, selectiva y necesaria para no tener problemas de consanguinidad. Se trata en definitiva de retirar los animales defectuosos y viejos que han entrado en regresión para que no se crucen con las posibles hembras jóvenes que han ido quedando de sus pasados amoríos. Pero no solo va a ser un buen año de perdices, que no es poco, sino también de conejos y liebres. ¿Quién lo iba a decir? Una primavera, la más seca desde hace 40 años ha sido una bendición para estos animales. Y es que nunca llueve a gusto de todos.