La caza de liebres con perros sabuesos fue la primera modalidad de caza que practicaron los cazadores vascos.
Pero poco a poco esta práctica se ha dejado de ejercer porque el exceso de zorros ha terminado casi con sus poblaciones. Sin embargo, donde su caza está permitida algunos veteranos en grupos de dos o tres mantienen este difícil arte.
Obviamente la dificultad no estriba en la complejidad del tiro sino en la localización del animal y su persecución por un rastro en terreno limpio, lo que, aunque parezca un contrasentido siempre es más difícil.
Ocurre que, en las zonas boscosas, cuando los animales rozan con sus cuerpos la maleza impregnan su olor en la vegetación y ello facilita su seguimiento. La liebre europea, autóctona de nuestros montes y de tamaño más grande que la castellana es casi imposible hacerse con ella a pesar de que algunos ejemplares alcancen los cinco kilos de peso.
Entre las liebres los machos son más rápidos y resistentes que las hembras. Cuando están localizadas en la zona en que nacieron, cuyo perímetro de merodeo suele ser de unos 4 kilómetros cuadrados, generalmente se resisten a abandonarlos en su huida.
La tendencia será siempre que le sea posible volver al lugar de encame. Suele ocurrir que un macho viejo de los llamados “matacanes” se haya desplazado fuera de su territorio en busca de hembras. Son muchas las tretas de las que se valen para burlar momentáneamente la persecución de los perros.
Súbitamente, con facilidad indescriptible se quedan parados al amparo de un pequeño desnivel, un terrón o un tomillo, como si se les hubiese tragado la tierra. Otras veces se amparan en la espesura al verse perdidas o se tiran a un río para cruzarlo a nado.
Las esperas pueden practicarse de varias formas y en diversas horas: al amanecer, al anochecer, en los cruces de caminos forestales y en los pasos donde sus huellas indican su presencia.
Abandonan su cama durante el crepúsculo siguiente cuando la luz es menos intensa. Así las cosas, el problema de las liebres en esta comunidad es grave, y solamente la granja de liebres que hay en Alsasua dirigida eficazmente por Leo Galán es la única solución para las repoblaciones.