La perdiz empujada del páramo vuela escarpadura abajo con una reciedumbre que desborda nuestros hábitos de tiro y, de común a distancias considerables. Consecuencia; con frecuencia dejamos los tiros traseros. Parar éstas perdices desde la ladera requiere cierta experiencia. Fuera de lo elemental -calibre, choques, plomos y cargas pertinentes- para disparar con algún acierto a estas perdices, destacaría dos cuestiones fundamentales y concomitantes:
La primera, adelanto; la segunda, correr la mano.
Entiéndase por adelanto el espacio que separa el hito figurado, al cual disparamos, de la posición real que ocupa la pieza en ese momento. Podríamos teorizar sobre; velocidades, espacios, ángulos, etcétera; pero, lo fundamental es la práctica. Para enmarcar la cuestión en sus términos, concretaré un cálculo mínimo: Considerando que la perdiz roja alcanza 90 kilómetros hora descolgada del páramo, y, el tiempo que tardan los perdigones, en llegar desde que el cerebro da la orden de disparo, lo estimamos en la quinta parte de un segundo, esa perdiz se hubiera desplazado cinco metros.
En esos 0,2 segundos considero: tiempo de nuestra reacción física, velocidad de la llave, tiempo de ignición, velocidad del proyectil, etc. Este mero cálculo nos da idea de la enjundia que tiene el asunto. Lógicamente, el adelanto de la línea de mira con respeto a la posición que ocupa la perdiz, estará en proporción directa a su alejamiento y el ángulo de tiro, afín de que converjan perdigones y pájaro en un punto estimado en sus trayectorias.
La segunda cuestión, disparar corriendo la mano; es decir, sin detener la escopeta, es de aplicación cuando se trata de adelantar a la pieza. Pudiera parecer una bagatela, pero tiene su importancia. Alcanzar alguna destreza en esta práctica, requiere concienciación de su efectividad, practica a propósito y desobedecer al cerebro su orden coercitiva de parar la escopeta.
La cuantía del adelanto pertinente al lance, está mediatizada si corremos la mano o paramos la escopeta, ya que, en este último caso, el adelanto habría de ser mayor.
Lo ideal es no parar la escopeta para no ceder a la perdiz la ventaja. Por esto decíamos que son acciones concomitantes; es decir, que actúan conjuntamente en una técnica que llamaré “Delantera”, definiéndola como: “Distancia que es necesario llevar por delante a cualquier presa, en el momento de disparar, sin parar la mano, para compensar su desplazamiento durante el tiempo que la munición requiere para llegar a su encuentro”
Puedo escribirlo porque me curtí en ello. De entonces aquí cambió mucho la caza y ahora, lo dicho no tiene aquel provecho, salvo para algunos pocos privilegiados y no con tanta plenitud.
No teníamos cupo, alimentábamos cinco cartuchos y, cuando se terciaba, cazábamos en mano de seis a doce escopetas, haciendo la “V” entre páramo y ladera, llevándolas a los mataderos, que eran por donde aquerenciaban el descuelgue; aquella, era una caza de estrategas.
De novato en el coto comencé bien en todo, excepto en estas perdices descolgadas desde la pestaña del páramo. No estaba habituado a pájaros con esas velocidades. ¿Qué cómo mejoré? Primero, algunos compañeros avezados me advirtieron que dejaba los tiros traseros. Otros que paraba la escopeta. Y, los más atinados, agruparon ambas cuestiones y me aconsejaron que adelantase mucho y disparase sin pararla. Segundo, me sucedió ocasionalmente, que, según apretaba el gatillo, pensaba que marraba el tiro por delantero, sorprendiéndome a mí mismo del acierto con aquél adelanto.
También estos desaciertos acertados impremeditadamente, me ayudaron a rectificar mis cálculos y aquilatar mi puntería. De las frustraciones de no saber cómo bajar estas perdices, pasé a los aciertos con alguna frecuencia, hacer dobletes y hasta algún triplete; eso no significa que no fallara, pero el porcentaje de aciertos mejoró sustancialmente. Los invitados, ni las mejores escopetas a malviz, cortaban pluma a estas perdices; no estaban habituados a ese tiro.
Tomar los puntos, rebasar a la pieza, ganar su delantera y disparar manteniendo la ventaja sin parar la escopeta. Ahí está sencillamente el secreto del éxito en este tiro dificultoso. Empero, además de la velocidad, hay que considerar el ángulo que forma la línea de tiro con respecto al vuelo de la perdiz, la distancia, etcétera. Los consejos pueden ayudar, pero también resultar ociosos, pues allí, está uno solo para intuir el adelanto en cada lance. Empero, espero que algún lector tenga la ocasión de acordarse de este articulillo felizmente. Esa sería mi mejor recompensa.
Evidentemente son muy buenos consejos para tirar perdices,pero yo soy familiar del gran tirador de recorridos rafael magdaleno marinero..y el siempre me lo dice(soy gran cazador y muy mal tirador)luis para matar perdices o cualquier otra caza..hay que entrenar en los recorridos»cada dia pienso que tiene mas razon que un santo!
Muy bueno este artículo para explicar en concreto la acción del tiro a la perdiz de ladera.
Ahora, toca explicar cómo se consigue trabajar los bandos de perdiz para conseguir que vuelen de ladera y poder así hacer esos tiros, POR SI ALG??N DÍA EN EL FUTURO PODEMOS VOLVER A CAZARLAS ASÍ; para lo cual hará falta volver a las densidades de antes, por lo menos.
Estaría bien que explicases como se caza con una mano de cinco por la ladera, 4 por el páramo y un jefe (capitán de mano o cacería) que dirige la mano desde su punto de inflexión (borde de la ladera) y manda no tirar hasta que toque su silbato, culminación de la caza de la perdiz roja en mano en tierras de Castilla. Saludos.