Los incendios forestales se han convertido en las últimas décadas, por su frecuencia, intensidad y extensión, en uno de los problemas ambientales más graves de la península Ibérica, siendo una de las causas de la degradación del medio natural. Especialmente, este verano, que ha sido una verdadera tragedia.
Además de la evidente pérdida dramática por el fallecimiento de personas, la cuestión es que va mucho más allá de la destrucción de árboles. Los bosques ofrecen una variedad muy grande de servicios útiles para las personas y desempeñan múltiples funciones ecológicas que son imposibles de cuantificar económicamente.
Por un lado, es evidente que los fuegos provocan una pérdida económica directa para los propietarios del monte, también para la población cuyas propiedades (casas, pastos, infraestructuras agrícolas, etc.) son devorados por las llamas. Pero el efecto económico es muy superior si se tienen en cuenta algunos de los servicios del bosque que son cuantificables. Leña, setas, frutos silvestres, corcho, resina, caza o pesca son algunos de los productos obtenidos directamente de los ecosistemas forestales.
Pero la economía de muchas comarcas también depende del turismo vinculado a la naturaleza, así que un incendio que destruya un paisaje también puede arruinar económicamente pueblos enteros por el descenso del turismo. Podría ser el caso de las poblaciones situadas alrededor de los parques nacionales. Así, las llamas quemaron este verano 426 hectáreas en Doñana, 300 en Cabañeros y 900 en Garajonay, de las cuales 100 de bosque maduro insustituible.
En el caso de Euskadi, aunque este verano se han dado algunos incendios, han tendido gran importancia en cuanto a sus efectos en relación con los ocurridos en otras comunidades autónomas. Y es que el momento más complicado para el monte en nuestra tierra en cuanto a incendios aún está por llegar, a partir del otoño y hasta abril del próximo año. ¿Por qué? La causa: el viento sur.
Asimismo, por otro lado, otros servicios que se pierden con los incendios, y que repercuten directamente en factores económicos, son la formación y captación de humedad que ayuda a generar lluvias, favorece la depuración del aire y la generación de oxígeno, la formación y mantenimiento de suelo fértil, etc.
Pero los bosques son mucho más que servicios económicamente valiosos para la sociedad. Son ecosistemas complejos que desarrollan funciones fundamentales aunque no tengan un valor de mercado: regulación climática, fotosíntesis, hogar y alimento para cientos de especies, además de mejorar la calidad de vida da la población de su alrededor, o permitir lugares para el esparcimiento, el ocio y el deporte sano.
Por tanto, cuando se quema un bosque, se pierde mucho más que lo que se ve a primera vista: los árboles.
Teniendo en cuenta la complejidad y multifacetismo de los bosques, las soluciones a los incendios no pueden estar basadas solamente en adoptar medios mecánicos y humanos de extinción, aunque también son necesarios, pero que además se han vistos reducidos en relación a años anteriores por culpa de la política de recortes del gobierno central y de algunos gobiernos autonómicos.
Frente a los incendios forestales es necesario actuar con firmeza sobre las causas que los motivan, con un enfoque preventivo. Una medida básica en este sentido es que la biomasa que se acumula en las zonas forestales se recoja durante todo el año unido a otras labores de aprovechamientos de otros recursos de los montes, tratamientos de las masas forestales y en definitiva una política forestal activa.
Incentivar esta actividad silvícola generaría empleo rural, contribuiría al buen desarrollo de las masas forestales y permitiría el aprovechamiento energético de estos residuos forestales (para uso térmico o para generar electricidad renovable) con lo que se reduciría además nuestra dependencia energética. Pero la realidad es que no se está potenciando suficientemente el uso de biomasa para calefacción (pellets o astillas) y que se han eliminado las primas para instalaciones de biomasa eléctrica.
Cuando el 80% de los incendios tiene su origen en causas humanas, la prevención estriba en actuar sobre las causas que los motivan y así evitar que se produzcan, y sancionar a los responsables de acuerdo a la gravedad del siniestro.
Vaya por delante que los incendios son hoy una tragedia casi humana pero yendo a un análisis más general, la reflexión no solo puede ser evocadora, ni menos aun melancólica, sino que debe ser económica. Porque el monte rentable no se quema. Así de rotunda debería ser toda la clase política cuando la península Ibérica arde por los cuatro costados, ya que los montes no se queman solos. Lo normal es que se quemen solos un 5%, como sucede en los países donde el monte es rentable. Por tanto, ¿es posible acabar con los incendios? Sí. Y así lo demuestra la silvicultura finlandesa, que eliminó prácticamente los fuegos en el monte, como certifica Kullervo Kuusela, profesor del Instituto Finlandés de Investigaciones Forestales. Para ello el Estado Español debería analizar y describir la intensidad de la producción maderera, la composición por especies que desea y la diversidad de paisajes, y una vez hecho ese trabajo debería afrontar algo que requiere, sin duda, un amplio consenso político: cambiar la estructura de la propiedad del monte, encaminándola a su explotación y poniendo coto al minifundio. Ya no basta con las brigadas, la represión y la regulación ecológica del material combustible.
Los tiempos no pueden ser mejores para buscar ese consenso. Acabado el modelo del ladrillo y sin que nadie conozca todavía cuál debe ser la alternativa, el monte ofrece unas posibilidades económicas envidiables, que podrían enriquecer la estructura social y empresarial del país. Hablamos de un proceso histórico, pero los procesos comienzan en algún momento. Convertir el Estado Español en una potencia maderera mundial, con más robles y menos eucaliptos y una industria asociada, capaz de aportar valor añadido, sería la mejor manera de decir nunca más a los incendios. De verdad.
En Finlandia arden ahora como mucho 500 hectáreas al año, una cifra irrisoria. ¿Por qué no copiamos su modelo, cueste lo que cueste a quienes desempeñan el papel de perro del hortelano? Desde el punto de vista financiero, una operación así es evidente que demanda muchos recursos, por lo que el único modo de costear la reforma será dedicar a la producción de madera una elevada proporción del bosque, a base de talas finales suficientemente intensivas, regeneración y medidas silvícolas. Es lo que hacen en Finlandia, como explica el profesor Kuusela, y por lo que se ve no les va mal.
Sin duda, la política forestal finlandesa es ejemplar y a tener muy cuenta. Espero que haya respondido a la pregunta. Un saludo.
¿Existe algún país que ejemplifique esto que nos cuenta?
Es cierto, que en general, las sanciones por provocar incendios forestales son pequeñas. Señalaré dos sentencias: El autor de un incendio de casi 10.000 metros cuadrados se conformó con 1,5 años de cárcel. La pena por tirar una colilla y poner en peligro a 200 personas fue seis meses de cárcel y multa. Penas irrisorias a todas luces. Por tanto, habría que endurecer las penas. No obstante, un problema muy importante es encontrar a los culpables. Con los medios que se tienen es imposible avanzar en ello. Pero, sin minusvalorar el castigo ejemplar y hasta las últimas consecuencias, el aspecto principal en mi opinión son las políticas preventivas. Las políticas forestales no han tenido en cuenta el fuego. Y cuando no se previene, se detecta tarde (hay cientos de torres vigía vacías) solo queda la extinción, que es la catástrofe actual. La solución para el futuro pasa por la planificación, sierra a sierra y valle a valle, considerando la gran diversidad de situaciones, introduciendo razas autóctonas, creando mosaicos, dehesas, potenciando robles y especies más resistentes en pinares, aumentado bosques maduros… Esto, además, creará empleo estable en un sector estratégico
¿Hay que endurecer las penas en los incendios forestales?. Os paso el link de este artículo que puede ser interesante: http://www.masqueabogados.com/noticias-juridicas-actualidad/item/9318-¿hay-que-endurecer-las-penas-en-los-incendios-forestales?.html
Estoy muy de acuerdo con lo que dices. El tema de la educación cívica y ambiental es fundamental, junto con otras cuestiones que apunto en el artículo y otras que me he dejado en el tintero para mejor ocasión. Sin duda, todo ello mitigarían los incendios forestales. Un saludo.
No nos concienciamos, además hay mucho macarra suelto. No hay más que ver a los muchos cafres que ves por la carretera tirando basuras y colillas encendidas por la ventanilla. No sé yo si en las escuelas se les imparte a los chavales asignaturas que los eduquen en cuanto a respeto ambiental se refiere. Si desde niños ven a los padres tirando colillas en la carretera o haciendo barbacoas sin el menor cuidado a la hora de recoger, de mayores se convertirán en eso mismo, unos cafres.