La información, al contrario de la materia o la energía, se crea y se destruye; o se pierde, que para el caso es lo mismo. Pero su importancia para la vida es fundamental, al igual que la conservación de la naturaleza. Y sin conservación de la naturaleza tampoco habría caza ni pesca.
Una de las aportaciones más importantes que ha habido en los últimas décadas al conocimiento de la naturaleza fue investigar la importancia de la información como medio de difundir los ataques que sufre el medio natural y analizar cómo se puede responder a ellos. En efecto el mundo vivo es materia, energía e información. Si analizamos la importancia de la información en nuestro ámbito de análisis en esta ocasión, es decir, la conservación de la naturaleza, vemos que ésta sale siempre reforzada.
La conservación de la naturaleza debe conseguir un cambio en las relaciones de nuestra especie humana con el resto de los seres vivos y dicho cambio sólo se produce si comprendemos las consecuencias de nuestras acciones, sin anticipamos los impactos de las decisiones que se adoptan, si valoramos el entorno y el resto de las especies con quienes compartimos. En definitiva, si sabemos y sentimos.
Hay que aprender y hay que comunicar. Los defensores de la conservación de la naturaleza debemos ser tan profesionales de la información como los periodistas, o nuestros afanes serán baldíos.
La información comparte con la vida otra característica que conviene comprender: es muy diversa. El ecosistema del conocimiento incluye productores primarios, desde los anónimos observadores que han acumulado el acervo inmenso de los conocimientos populares sobre la fauna, la flora y el medio, hasta los investigadores más sofisticados que utilizan técnicas innovadoras para comprender la vida. Podríamos considerar el escalón siguiente, el de los herbívoros, lo ocupan quienes metabolizan aquella información producida en la base y la incorporan y difunden socialmente: los divulgadores, escritores, articulistas, productores de documentales…Un trabajo fundamental, cuya importancia no puede ignorarse.
La información creada y difundida se selecciona y se incorpora a los pisos más elevados: es la labor de los carnívoros, que yo asimilaría a los que metabolizan los conocimientos mediante su incorporación a los sistemas de enseñanza, desde los libros escolares hasta los programas de estudio universitarios. Dejo al lector la tarea de identificar a los necrófagos y a los parásitos, que también forman parte del ecosistema.
Pero, al igual que en los ecosistemas, en la información también hay disfunciones y colapsos. Mutaciones nocivas que pueden lastrar el proceso evolutivo (errores o fraudes), o procesos de infertilidad, como el de las víctimas del celo del dato propio, reservado a ficheros y ordenadores personales donde se atesora hasta la mezquindad, sin que sus posibles efectos conservacionistas sean viables.
¿Avanzamos en este campo? Tengo mis dudas: no sé si la potencia inédita de los actuales medios de comunicación y redes sociales ha sido capaz de mantener el interés ciudadano hacia la naturaleza que hubo en los años setenta del siglo pasado. Por otra parte, la pérdida de las raíces rurales de la sociedad y la evolución hacia una sociedad cada vez más urbana ha sido una gran inconveniente para mantener el interés de la sociedad hacia la naturaleza, la caza y la pesca, pero también es verdad que hoy disponemos de herramientas y posibilidades insospechadas hasta hace pocas décadas.
Necesitamos una reflexión y una batería de acciones bien diseñadas. No basta divulgar por divulgar, informar por informar, o dar datos en lenguajes o niveles de difícil comprensión. En ninguna materia, y por supuesto que tampoco en caza y pesca, y más cuando un sector de la sociedad la rechaza, de forma muy equivocada. La información es tan fundamental como su contexto social. Tenemos que conseguir que sea suficiente, de calidad, motivadora y útil.
De lo contrario, la selección inmisericorde del interés social, estimulado constantemente por un alud de datos sin precedentes en la historia, nos va a dejar aparcados en la cuneta. Como se dice, hay que estar atentos y activos.