Entre el 26 de noviembre y el 8 de diciembre de 2012 se ha celebrado en Doha (Qatar) la XVIII Conferencia de las Partes de la Convención del Cambio sobre Climático. 194 países se han reunido para llegar a un acuerdo vinculante sobre el cambio climático para que sustituya al Protocolo de Kioto, el cual expira en diciembre de 2012. Poco se ha conseguido. Un pacto de mínimos que afecta a unos pocos países (los de la Unión Europea, Australia, Noruega y Suiza), que suponen sólo el 15% de emisiones globales y que deja las cosas peor que estaban mientras el calentamiento de la atmósfera sigue. El acuerdo se remite al 2015 para lograr un, hoy por hoy, imposible pacto en el que estén los grandes emisores. Es decir, un brindis al sol.
El cambio climático es uno de los principales problemas ambientales del siglo XXI. Se trata de un problema de carácter global. Eso significa que si bien las emisiones de gases de efecto invernadero tienen siempre un origen local, la alteración que provocan en la composición de la corteza terrestre no se circunscribe al ámbito local que los ha originado. Los gases de efecto invernadero no conocen fronteras. Los impactos derivados de dicha alteración tienen, en consecuencia, un alcance mundial, afectando a la humanidad en su conjunto y a la totalidad de los ecosistemas y biodiversidad del planeta Tierra.
Así, el nivel del mar aumenta más rápido de lo que estimado por el Consejo Mundial del Clima, el hielo ártico se funde a mayor velocidad y el huracán «Sandy» pasó con efectos devastadores por El Caribe y Nueva York; pero nunca antes como ante la cumbre de Doha había habido una brecha tan grande entre el acelerado calentamiento global y la voluntad política para frenarlo.
El carácter global del problema implica que se requieren acuerdos internacionales para poder enfrentarlo adecuadamente. La necesidad de una respuesta internacional al problema condujo a la aprobación del Convenio Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, del que surgió el Protocolo de Kioto de 1997, donde se acordó una disminución, en el período 2008-2012 del 5,2% de las emisiones de los países industrializados en relación a sus emisiones de 1990. Dentro de este acuerdo general, la UE asumió el compromiso de reducir sus emisiones en un 8%. La decisión de la UE implicaba que cada Estado miembro realizase, a su vez, su propio compromiso. El de España fue limitar sus emisiones a un máximo del 15% con respecto a las emisiones de 1990, que no se viene cumpliendo, y que en 2011 llegó a un aumento del 24%, y eso que desde 2008 se vienen rebajando dichas emisiones por la crisis económica. En el caso de Euskadi, el Plan de Lucha contra el Cambio Climático 2008-2012 plantea como primer objetivo estratégico limitar las emisiones durante el citado período en un 14% por encima de 1990. En 2011 se ha dado un incremento de un 2% respecto a las emisiones del año base, muy por debajo del objetivo planteado en nuestra comunidad, y muchísimo más de la media estatal.
En los últimos años se han celebrado distintas reuniones para alcanzar en la Cumbre del Clima celebrada en Doha (Catar) un acuerdo sobre la reducción de gases de efecto invernadero que sustituya al Protocolo de Kioto. Pero poco se ha conseguido.
Un acuerdo leído a prisa por la presidencia qatarí y sin aceptar enmiendas al texto final fue lo que ha salido hace unos días de la cumbre del clima celebrada en Doha (Qatar): prorrogar el acuerdo de Kioto hasta el 2020, del que se descuelgan Japón, Canadá y Rusia, mientras que Estados Unidos y China, que emiten el 45% del CO2 mundial, siguen estando al margen. Un pacto de mínimos que afecta a unos pocos países (los de la Unión Europea, Australia, Noruega y Suiza), que suponen sólo el 15% de emisiones globales y que deja las cosas peor que estaban mientras el calentamiento de la atmósfera sigue. El acuerdo se remite al 2015 para lograr un, hoy por hoy, imposible pacto en el que estén los grandes emisores. Es decir, un brindis al sol.
La cumbre del clima de Doha, de la que antes de iniciarse se esperaba poco, no sólo ha confirmado la negativa de la mayoría de los países contaminantes a implicarse en la reducción de la emisión de gases que provocan el calentamiento del planeta, sino que ha puesto en evidencia las dificultades que causa en el seno de la UE porque Polonia estuvo a punto de hacer saltar por los aires el liderazgo europeo en esta lucha. El ministro polaco se empecinó en hacer valer los derechos de emisión de su país, que le sobran por el desplome de la industria rusa en el este europeo, lo que supone notables ingresos. Hubo que emplearse a fondo para salvar este escollo. Al final, otro acuerdo logrado a prisa y que se sostiene con pinzas.
La reunión de Doha, como las anteriores de Durban, Cancún o Copenhague, se ha vuelto a dar de bruces con la nula disponibilidad de los grandes emisores a ceder un milímetro en su posición, a pesar de la evidencia de los efectos adversos para el clima. Bien reciente está el catastrófico paso del huracán Sandy por Nueva York y el este de Estados Unidos, cuando las autoridades norteamericanas admitieron que las circunstancias atmosféricas han cambiado y que es necesario un cambio de política medioambiental. De aquel reconocimiento y del Sandy apenas queda un mal recuerdo. Entonces pareció que, ante la cruda realidad, Estados Unidos estaba dispuesto a avanzar unos pasos hacia la lucha contra el calentamiento de la atmósfera. Ahora ha quedado claro que fue un espejismo.
Doha ha concluido, como las anteriores cumbres, con acuerdos de mínimos. Un pequeño paso adelante que ni propone un plan claro ni, por supuesto, compromisos financieros que permitan atisbar alguna esperanza de cambio en el futuro inmediato. ¿Habrá que esperar otros Sandy para que se dé el brazo a torcer?
Mila esker.
Se clasifica al hombre como;
«homo sapiens» Inteligente, prudente y sabio.
«homo idioticus». Necio, improvisador y egoista.
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