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El control de plagas de topillos en Castilla y León: Nuevo atentado ecológico

Cuando aparezca este número de Desveda, es posible que miles de kilos de grano impregnado del rodenticida bromadiolona se hayan empezado a diseminarse masivamente en las llanuras castellanas. El único requisito que faltaba era la respuesta de un mal llamado comité de expertos que asesora a la Junta de Castilla y León sobre el control de topillos y que dio su visto bueno el pasado 12 de febrero. Anteriormente, las campañas de envenenamiento masivo de 2007 y 2008 se saldaron con enormes daños a la fauna. Un impacto medioambiental completamente inútil, pues se ha demostrado que el veneno apenas afecta a los topillos.

Al menos la ofensiva química realizada por la Junta de Castilla y León, ha conseguido poner de acuerdo a sectores tan opuestos en algunas cuestiones como los sindicatos COAG y ASAJA, cazadores y ecologistas, que han denunciado semejante atentado ecológico ante la Consejería de Agricultura y Ganadería de la Junta de Castilla y León, que dirige Silvia Clemente, tan propensa al fuego a discreción y al reparto de veneno (bromadiolona en cebada), cada vez que el Topillo campesino (Microtus arvalis) se desmadra. Todo apunta a una inminente plaga, pero podría no ser así y quedar en tres meses de crecimiento y colapso de la misma.

Así, en una acción sin precedentes, las principales ONGs conservacionistas, los anteriormente citados sindicatos agrarios, sociedades de cazadores de Castilla y León y la Real Federación de Caza de España, además de especialistas y científicos en la materia, enviaron un informe conjunto al Ministro de Agricultura y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, y a la Consejera de Agricultura y Ganadería de Castilla y León, Silvia Clemente, en el que hacían la petición de que no incurrieran en los errores el pasado y buscaran alternativas para prevenir los daños causados por el topillo.

Anteriormente, las campañas de envenenamiento masivo de 2007 y 2008 se saldaron con enormes daños a la fauna en la Meseta Norte. Así, por ejemplo, estas campañas de envenenamiento han arruinado la caza de liebre en varios años -una liebre con 2 Kg de peso alcanza la dosis letal si ingiere 2 mg de bromadiolona y se tiraron 140.000 kilos de granos de cereal-, han perjudicado también a otras especies cinegéticas como la perdiz roja o a anátidas, y han causado una disminución del 50% en la población nidificante de una especie catalogada en el Estado Español como “en peligro de extinción”, el milano real, en las comarcas donde se puso el veneno con más intensidad en los años 2007 y 2008, todo ello financiado por la Junta de Castilla y León. 

Por otra parte, un impacto completamente inútil, pues se ha demostrado que el veneno apenas afecta a los topillos. Los científicos saben que las plagas de topillo se van tal y como llegan, de forma natural y con relativa rapidez, en buena parte debido a la creciente presión de los depredadores naturales, que aprovechan tan abundante fuente de alimento. Como es lógico, se ha intentando que los políticos de la Junta de Castilla y León llegaran a entender que el veneno afecta sobre todo a esos depredadores que son sus aliados, pero sin resultado alguno. Da la impresión que a esos políticos no les importa el campo, ni los topillos, ni mucho menos los depredadores. Quizá o casi seguro, sólo les importa los votos. ¿Con qué resultados? Pues, según el informe entregado al Ministro de Agricultura y Medio Ambiente, y a la Consejera de Agricultura y Ganadería de Castilla y León, Silvia Clemente, las zonas más intensamente tratadas con bromadioloma acabaron siendo las más afectadas por las plagas de topillos.

El fuego, ¿solución?

Además del veneno, la otra medida fácil que se ha usado en los últimos años contra las plagas de topillo es el fuego, contraviniendo las directivas europeas al respecto -las quemas de rastrojos se habían prohibido en Castilla y León en 2005 para cumplir con la normativa comunitaria-. Qué gran solución esta del fuego, que no se usa en ningún otro lugar para este fin, según el experto Javier Viñuela, investigador del CSIC en el Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos (IREC), con sede en Ciudad Real, y que en su opinión es muy probable que sea también ineficaz o contraproducente: expulsa a los topillos de lindes y riberas que, tras quemarlas, se han quedado sin vegetación y los roedores se mudan a los cultivos que querían proteger, además de proporcionar agradables temperaturas bajo tierra o reavivar el crecimiento herbáceo si llueve. Eso sí, señala Javier Viñuela, el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (ITACYL) le ha añadido un componente novedoso de alta tecnología: se pusieron a quemar cunetas tan tarde, en noviembre y diciembre, que aquello no ardía, así que probaron a usar sopletes.
En definitiva, según Javier Viñuela, la gestión de este problema por parte de la Junta de Castilla y León se parece más a un esperpento de Valle-Inclán que a una gestión racional con base científica, precisamente en uno de los mejores patrimonios cinegéticos y naturales de medio agrario en Europa.

Soluciones alternativas sanas y más baratas

Un dato enormemente positivo frente a la estupidez manifiesta que refleja la postura acientífica de los políticos de turno en este caso, ha sido que unos 150 investigadores han suscrito un manifiesto contra el veneno como solución a la solución de los topillos. Los firmantes representan a buena parte de los especialistas que se dedican a la biología de la conservación en el Estado Español.

El manifiesto de los científicos insiste en que hay alternativas, como destruir las madrigueras y el sistema de túneles del topillo labrando o inundando los cultivos. Pero el entusiasmo oficial por los venenos contrasta con el escaso apoyo a las buenas prácticas agrarias que reducen la probabilidad de una plaga. Algunos agricultores responsables no ven clara la rutina de envenenar y han comenzado a apoyar proyectos como el de GREFA (Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat). En colaboración con varios organismos e instituciones científicas, GREFA trata de fomentar las poblaciones de rapaces, como los cernícalos y las lechuzas. Grefa comenzó a poner nidales artificiales para cernícalo vulgar y lechuza común, rapaces depredadoras de topillos, en distintos municipios castellanoleoneses en 2009, habiendo colocado hasta ahora más de 200 en distintos municipios de Castilla y León.
Un camino mucho más sano, barato, y sobre todo, inteligente.

Más información: en el informe “Situación actual de las plagas del topillo campesino”, redactado por doce expertos del mundo científico y conservacionista y suscrito por 14 ONG y la Real Federación Española de Caza

Químico y periodista especializado en temas medioambientales. Premio Nacional de Medio Ambiente 1998, que otorga el Ministerio y Premio Gonzalo Nardiz 2002 del Gobierno Vasco por su trayectoria destacada en la difusión e investigación en temas de conservación de la naturaleza. Miembro de Naturtzaintza-Consejo de Conservación de la Naturaleza de la Comunidad Autónoma del País Vasco, adscrito al Departamento de Agricultura y Medio Ambiente del Gobierno Vasco.

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Químico y periodista especializado en temas medioambientales. Premio Nacional de Medio Ambiente 1998, que otorga el Ministerio y Premio Gonzalo Nardiz 2002 del Gobierno Vasco por su trayectoria destacada en la difusión e investigación en temas de conservación de la naturaleza. Miembro de Naturtzaintza-Consejo de Conservación de la Naturaleza de la Comunidad Autónoma del País Vasco, adscrito al Departamento de Agricultura y Medio Ambiente del Gobierno Vasco.

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