Es muy difícil explicar que es lo
que la caza nos hace sentir. Es muy
difícil hacerle ver a alguien que no
comparte esta afición, que esta nos
aporta valores, que nos hace sentir libres,
olvidarnos de todo al final de una larga y dura
semana.
Es muy difícil explicar que la caza
es nuestro estilo de vida, que sin ella no
seríamos quien hoy en día
somos, no veríamos de la manera que
vemos el campo y la naturaleza, no
valoraríamos de igual forma el taco a
media mañana rodeados de nuestros
compañeros, no disfrutaríamos
de igual modo las cosas simples de la vida
como una buena caminata en una
mañana de Domingo entre zarzas y
tomillos.
Es muy difícil dejar de sentir esa
adrenalina que nos da al ver a nuestros perros
trabajar o al ver esa pieza cumplir en el cebo;
al ver la sonrisa de ese padre que nos
inculcó esta pasión desde que
tenemos uso de razón, cuando nos era
imposible casi seguir sus pasos a causa de la
debilidad de nuestras piernas y de la escasa
resistencia que aún en nuestros cuerpos
teníamos.
Hasta para nosotros es difícil
entender todas esas sensaciones que un bonito
lance nos hace sentir; no logramos entender
como podemos estar horas en una postura sin
pensar en abandonar, mientras nos cae la
lluvia o mientras el frío se hace cautivo
de nuestros cuerpos impidiéndonos casi
respirar. De igual modo, es casi imposible
entender como podemos pegarnos esos
madrugones descomunales para ir a disfrutar
de otra jornada, sin haber pegado ojo la noche
anterior por los nervios que recorren nuestro
cuerpo a causa de imaginar la pieza
más grande, la perdiz más dura
o el conejo más sensato.
En definitiva, es imposible entender lo que
la caza aporta si no logras entender lo que
esta verdaderamente significa.
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