Aunque a menudo son ignorados, los hongos cumplen un papel vital en nuestros ecosistemas. Además, la biodiversidad de estas especies es enorme, mucho mayor que las plantas vasculares. Así, existen cuatro especies de hongos más que de plantas. Hoy se sabe que la mayoría de hongos comestibles están presentes en casi todas las comunidades autónomas, y ello está ocasionando numerosos abusos en la gestión de nuestros bosques y setales.
En el Año Mundial de la Biodiversidad hay que destacar y rescatar del olvido un gran reino de la naturaleza con el que convivimos. Se trata del reino Fungi, compuesto por unas 69.000 especies descritas en el mundo, aunque las estimaciones rozan los 1,5 millones, que se ampliarían hasta los 3 millones si se consideran los hongos asociados a los insectos.
Estas cifras se calculan por un trabajo realizado en las islas Británicas en el que se concluye que hay unas 4 especies de hongos por cada planta, aunque esto no se cumple en zonas tropicales, donde deberíamos multiplicar esta relación por ocho.
Los hongos juegan un papel muy importante en la naturaleza. Se estima que el 80% de las plantas vasculares están asociadas a hongos sin los cuales no resistirían ciertas inclemencias del tiempo, como la sequía o la falta de nutrientes en el suelo, o serían más sensibles al ataque de bacterias o insectos.
La mitad norte de la península Ibérica es una de las zonas más ricas en cuanto a las especies de árboles que componen sus bosques, en especial si los comparamos con los bosques nórdicos, casi monoespecíficos, con casi solo abetos y abedules. La misma situación se da en la cantidad de hongos que habitan nuestros ecosistemas. Aragón, Asturias, Castilla y León, Cataluña, Galicia, Navarra y País Vasco son las zonas geográficas que mayor diversidad de especies de hongos y setas poseen.
La recolección de setas silvestres es una afición que cuenta en el País Vasco con muchos adeptos, y una profesión que da sustento a muchas personas del mundo rural en varias comunidades autónomas. Esto ha desencadenado que se recolecten de forma comercial, desigual y desordenada, en unas zonas y otras. La excesiva presión recolectora de unas especies concretas está dando lugar a abusos en la gestión de nuestros bosques y setales. Cada vez se recogen ejemplares más jóvenes e inmaduros, se remueve el terreno rompiendo el micelio de los hongos. La normativa reguladora está comenzando a generarse, como se trató en un artículo anterior que escribí en Desveda.
Tenemos el caso de nuestra vecina Francia, con mucha todavía más tradición recolectadora que aquí, donde existen registros de las cantidades de setas que se recogían desde principios del siglo XX. Las gráficas arrojan datos de una disminución del 80%. Esto es debido a la gran presión recolectadora.
En la actualidad, las investigaciones se están encaminando cada vez más a domesticar más especies de hongos, como los boletos y níscalos, y así minimizar el impacto de la demanda de hongos silvestres en los setales naturales. En el caso de los hongos, su cultivo lleva asociado la revalorización de materiales de desecho de la agricultura, por lo que si se realiza de forma adecuada se puede considerar como un cultivo sostenible y respetuoso con el medio ambiente.