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Medusas, las ortigas del mar

Aunque no sufrimos las plagas como en el mar Mediterráneo, cada año por el verano las medusas llegan a la costa vasca y causan cientos de picaduras. Pero parece que en esta ocasión las medusas se han adelantado y a primeros del pasado mes de junio decidieron hacer acto de presencia en las playas guipuzcoanas, y hacerlo a lo grande, por lo menos en grandes cantidades, obligando a la Cruz Roja, por lo menos en el caso de los arenales donostiarras y zarauztarras, a desplegar la bandera amarilla para indicar a los bañistas que, en caso de hacerlo, había que sumergirse en el agua con mucha precaución. Parece ser que a lo largo de este verano nos visitarán en repetidas ocasiones.

De acuerdo con la mitología griega, Medusa era una mujer con serpientes en vez de cabellos. Era temida porque con su mirada podía convertir en piedra a cualquier criatura viva. Las medusas también son objeto de temores, pero no por sus capacidades sobrenaturales sino por su molesto veneno.

Las medusas pertenecen al grupo zoológico de los cnidarios. “Cnida” significa, en latín, urticante. Los seres vivos que pertenecen a este grupo tienen unas células con forma de bolsita con un filamento lleno de púas enrollado en su interior. Las medusas poseen millones de estas células en sus tentáculos, que pueden alcanzar los cinco metros de longitud. Los extienden a modo de red y cuando una presa (o un “molesto humano”) entra en contacto con ellos, estas células lanzan como un látigo su filamento cargado de veneno. Se conocen cerca de 4.000 especies de medusas.

Las medusas suelen dejarse arrastrar por las corrientes, “son una especie de paracaídas gigante en el agua. Tienen cierta voluntad de movimiento, pero en distancias largas”. Son capaces de nadar a 55 metros por hora.

Las medusas son en un 95% agua y carecen de ojos y de cerebro. Aunque pican más como método de defensa que de ataque, utilizan sus tentáculos para atrapar comida anestesiando a pequeños peces con el veneno que desprenden. 

Más medusas en el Cantábrico

Hasta hace poco, las medusas han sido un problema que afectaba, sobre todo, al mar Mediterráneo, pero las costas del Cantábrico, más frías y por tanto menos proclives a estas plagas, no lo eran tanto, pero en los tiempos actuales nuestras playas y aguas de baño tampoco se libran ya de estas incómodas visitas.

Según los expertos en la materia, “aquí no llegan las mismas especies que al mar Mediterráneo, pero si se dan las condiciones idóneas como un aumento de la salinidad o un cambio de temperatura brusco -las últimas investigaciones sobre el cambio climático en el País Vasco hablan de un aumento de la temperatura del mar Cantábrico-.

El Cantábrico es un mar abierto, con fuerte oleaje y muchas corrientes, lo que no favorece la acumulación de medusas. Pero pueden aparecer cada vez más a menudo según se dé una mayor subida de la temperatura y la escasez de depredadores.

Posibles causas

El aumento de la temperatura del agua está trayendo especies cada vez más venenosas como la “Carabela portuguesa”, que proviene de Africa, que puede ser mortal, y que en el verano pasado se vieron en nuestras costas con cierta asiduidad. También en Australia, donde ya registran más muertes por picaduras de medusa que por ataques de tiburón, existen especies altamente dañinas que ya han llegado hasta las costas de Israel y de Grecia a través del Canal de Suez y no se encuentran tan lejos de las costas mediterráneas. Esto se denomina contaminación biológica, que en el caso de las medusas, se produce sobre todo por los canales, pero también por sueltas de medusas que se han capturado para acuarios. Al no tener en el nuevo medio un depredador natural, si las condiciones son apropiadas, la reproducción es bastante favorable. Es lo que ha pasado con la tortuga de Florida o con el mejillón cebra.

A juicio de cada vez más científicos y expertos en la materia, la aparición de plagas de medusas está en el cambio climático, que contribuye al calentamiento del agua. Otro factor de influencia puede ser la sobrepesca, que tiene como consecuencia una disminución de las especies que se alimentan de medusas, con lo que se rompe el equilibrio natural.

También se cita la presencia, cada vez mayor, de nutrientes derivados de fertilizantes agrícolas vertidos al mar que servirían de alimento a algunas medusas. Por último, la alta salinidad de las aguas, derivadas de una disminución de la lluvia que lleva agua continental al mar, ha podido contribuir a elevar el número de medusas, dado que toleran mal las aguas bajas en sal.

Químico y periodista especializado en temas medioambientales. Premio Nacional de Medio Ambiente 1998, que otorga el Ministerio y Premio Gonzalo Nardiz 2002 del Gobierno Vasco por su trayectoria destacada en la difusión e investigación en temas de conservación de la naturaleza. Miembro de Naturtzaintza-Consejo de Conservación de la Naturaleza de la Comunidad Autónoma del País Vasco, adscrito al Departamento de Agricultura y Medio Ambiente del Gobierno Vasco.

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Químico y periodista especializado en temas medioambientales. Premio Nacional de Medio Ambiente 1998, que otorga el Ministerio y Premio Gonzalo Nardiz 2002 del Gobierno Vasco por su trayectoria destacada en la difusión e investigación en temas de conservación de la naturaleza. Miembro de Naturtzaintza-Consejo de Conservación de la Naturaleza de la Comunidad Autónoma del País Vasco, adscrito al Departamento de Agricultura y Medio Ambiente del Gobierno Vasco.

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