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Mis observaciones en una berrea

Con cita previa, el pasado tres de octubre visitamos la Reserva Nacional de Cabañeros, distribuida entre Ciudad Real y Toledo; 20??? la entrada. Llegamos puntuales, a las 5,30, a uno de los cuatro ???centros de visitantes???. Partimos enseguida, diez pasajeros más el guía que conducía el vehículo especial todo terreno.

En un trayecto de quince minutos entramos en el parque. Desde el coche comenzamos a barruntar reses en la penumbra. Poco después paramos, nos apeamos aún de noche. Hacía el relente propio pero, el cielo aborregado y sin viento, prometía un día apacible.

El campo nos embargó; bramidos broncos de los cérvidos enfatizaban su silencio y una difusa luz, reflejada por la luna iniciando su cuarto menguante, azuleaba la oscuridad de los contornos permitiéndonos vislumbrar reses entre el abierto arbolado.

Volvimos al vehículo y nos adentramos en el parque. En la siguiente parada despuntaba el alba tramontana tintando las sierras con luz rosácea. Comenzamos a fotografiar tímidamente; la luz aún escaseaba. Dos viajeros fueron mejor preparados, con objetivos más potentes y trípode; procedía y lo desconsideré. Acuden fotógrafos profesionales, pertrechados incluso con tiendas de camuflaje, para todo el día de aguardo; a cada uno se le asigna un guía a jornada completa. Pagan bastante más la entrada pero lo compensan con la venta de las fotografías que toman; en palabras del guía.

Hicimos varias paradas; a medida que ganaba el día aumentamos tiempo y distancia al vehículo. Vimos numerosas reses que, bien pastaban, barzoneaban o transitaban, algunas paraban y miraban curiosas, mantenían una distancia prudente, pero no mostraban signos de alarma; sí se alejaban, lo hacían parsimoniosamente los machos altaneros con sus regias astamentas elevadas, las tiraban hacia atrás cuando berreaban y las hembras con aspecto sumiso, pastaban cuando el macho que les acompañaba paraba y caminaban cuando él lo hacía; ellas por delante.

Parecían habituados a las visitas, salvo cuatro marranos que distantes se alejaron a la carrera. El soberbio bramido de los machos, rasgaba el silencio de la naturaleza, llegándonos de todas direcciones.

El terreno a visitar es llano, cubierto por pastizal de antiguas dehesas de secano, donde emerge un bosque mixto de encinas, alcornoques y quejigos principalmente; lo llaman ???la raña???. Está al abrigo de sierras y montes que lo circundan donde hay otras especies arbóreas diversas, más densas y apretadas; todo ello conforma el parque.

Entre diversos hatajos de reses, vimos un macho de doce puntas careando a su harén de ocho hembras a otro lugar. ??l marchaba por detrás, como lo haría un perro pastor. Ellas iban sumisas a las espesuras que él pretendía. Apareció a distancia otro macho de parecidas hechuras acuciado, únicamente le seguía sumisamente una hembra enteca; berreaba incesantemente en dirección al harén ajeno. El de la prole paró y se volvió en dirección al intruso en un par de ocasiones contestándole con bramidos más broncos. Pretendía continuar, pero el contrario se aproximaba. Paró el macho con el harén por tercera vez, todas las hembras se detuvieron, y él se encaró con el rijoso. Estuvieron un breve rato berreando a corta distancia y de pronto el intruso giró y se avecindó en el grupo. El macho del harén, encocorado, fue por él y ambos se enzarzaron. Se embestían con sus cornamentas, empujándose uno contra otro, se separaban un poco y volvían a batir las astas.

Ambos con su arboladura entrechocando acababan cada lance ambas cornamentas entrecruzadas a ras de suelo. Un vareto se acercó a los contendientes y no perdía ripio de la pelea, probablemente aprendiendo para bandearse en su futuro. La pelea duró como seis minutos; mucho según el guía. En una de las varias separaciones el intruso se achicó, volvió grupas y marchó por donde vino, seguido por su pequeña acompañante; el otro continúo con su harén en la dirección interrumpida.

Tuvimos fortuna; no es fácil ver un enfrentamiento y menos con tal duración. Seguimos viendo reses deambulando por doquier; otros machos se desplazaban con sus harenes; mucha biomasa. Alternativamente también observamos grandes rapaces, como Águila imperial ibérica, Cigüeña negra, Buitre negro, Águila calzada, etc. Tomamos fotos.

En Cabañeros la caza está totalmente prohibida siempre; luego, no se mata una res con arma. Sí, como informó el guía, la cabaña se estima en 3000 reses, las hembras son más numerosas, imaginemos 1500 en edad fértil. ¿Qué se hace para que la cabaña no se multiplique exponencialmente con los años y el hábitat no dé para alimentar tanta res?

Fue una de mis preguntas al guía; la más crucial.  No explicó con detalle pero entendí que se les ceba en cierta época; un día y otro en varios puntos y, acostumbradas, se colocan empalizadas progresivamente, hasta cerrarlas y hacer las extracciones hasta el montante que estimen oportuno. Esta entresaca, en Cabañeros podría oscilar entre 1000 y 1400 cabezas año. Qué, a veces se destinan a repoblaciones y las más para carne.

Lo que la escopeta no entresaca lo hacen los mismos legisladores que prohíben la caza. Incontables animales de caza no mueren por los cazadores, sino por las mismas leyes de que nos dotamos para proteger la naturaleza; es notorio, pero no se comenta.

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