Los domingos por la mañana cuando al amanecer, vemos despuntar el sol, y el olor húmedo del monte nos embriaga, alguien muy cercano a nosotros se ha quedado en nuestro hogar a la espera de nuestra vuelta. Estoy hablando de nuestras mujeres.
Ellas se merecen un monumento a nivel nacional, porque los que amamos la caza, no nos damos cuenta, o no nos queremos dar, de que si la situación fuera a la inversa muy posiblemente, no aguantaríamos la situación por mucho tiempo.
Para nosotros es un día de diversión y desconectamos de la rutina, para ellas, más de lo mismo.
La soledad les invade y su pareja desaparece, con nocturnidad y alevosía, en busca de sus perros, fieles compañeros. ¿Quién no tendría celos de ellos? Ellas, no.
Escribo este artículo, sentado con mi mujer, porque quién mejor que ella, para ayudarme a homenajear a tantas y tantas mujeres de ayer y de hoy que han padecido esta situación, y por desgracia para ellas, se seguirá repitiendo.
Ellas, estoica y pacientemente, apechugan un domingo tras otro, en su posiblemente único día de la semana libre, mientras su novio, marido o hijo, se divierte con los amigos de cacería. Es más, conozco algún caso en que ellas se levantan a prepararles el desayuno de madrugada y les meten hasta el bocadillo en el morral, eso sí que es amor.
¿Quién si no nos prepara con mimo, toda la ropa de caza planchada para que vayamos impecables al monte? ¿Quién si no se preocupa si hemos llegado bien al cazadero, o si ha pintado bien la cosa? ¿Quién a pesar de estar todo el día sola, nos pregunta: lo has pasado bien, cariño?
Además de estar todo el día rodeadas de quehaceres, tanto fuera como dentro de casa, o cuidando a los niños sin nuestra ayuda, tienen la preocupación de que muchos de nosotros recorremos grandes distancias en coche, y eso también pesa sobre sus espaldas. Es ahora, que ha llegado el fin de temporada, cuando debemos compensar toda esa ausencia y preocupación que les hemos generado, y darles un buen homenaje de la mejor manera que se nos ocurra a cada uno de nosotros, porque (y estaréis todos de acuerdo)… se lo han ganado con su resignación. Es por eso que nosotros debemos estar ahí para agradecerles que no nos reprochen nuestro egoísmo de desaparecer tantas jornadas, y podamos ir a practicar nuestra gran afición, la caza.
Con este artículo quisiera homenajear a nuestras mujeres por su paciencia, resignación, constancia, comprensión y amor. Además de solidarizarme con todas y cada una de ellas desde estas líneas, atreviéndome a decir que todos los cazadores respaldan mi opinión para hablar en nombre de ellos y decir que nuestras mujeres tienen más paciencia que el santo Job.