Ya hace un mes que disfrutamos de la temporada de pesca en nuestros ríos y embalses. Aunque es cierto que la desveda de la trucha ha perdido el misterio de aquel mágico primer día de la temporada, yo, sigo esperando con ilusión su llegada.
No ha llovido mucho, algún día suelto, pero se mantiene un caudal aceptable en los ríos de cierta talla. A los de cabecera les vendrían bien unas gotas. Caudal alto de agua limpia, en principio un escenario propicio para los amantes de la pesca artificial. Si a esto le unimos cierta bonanza climatológica es posible que tengamos las primeras eclosiones. Los amantes de la pesca con mosca seca encontraremos la forma de materializar los primeros lances y transformarlos en buenas capturas, pero en general, nos tocará esperar a que avance la primavera y alargue los días que nos regalan tan fructíferos serenos.
Son los amantes de la ninfa los que disfrutan de verdad de este primer periodo de pesca. Las truchas aumentan su biorritmo con el incremento de la luz solar, lo que las lleva a recuperar rápidamente la energía perdida durante el invierno. Algunas, dependiendo de los ríos, tendrán la freza reciente. Por tanto una necesidad aún mayor de alimentarse. Sin embargo, no se refleja esta actividad en la superficie del río. ¡No se ven cebas!
La trucha esta comiendo abajo. Habrá que presentar las imitaciones lo más cerca posible de donde se encuentren.
Ninfas bien lastradas, con o sin cabeza dorada, en tamdem con otra más ligera a unos 40cm. Si eres un buen pescador de ninfa ya sabrás que el control de la línea es imprescindible. La trucha toma la ninfa y la escupe en un segundo. Si estás atento, bien, si no… Yo suelo usar una emergente muy flotona atada a un metro de la última. Me sirve para controlar la deriva de las ninfas y como indicador de picada.
Sí, ya sé que esto no es muy ortodoxo, pero a fin de cuentas, se trata de pasarlo bien. A veces complicándote más, a veces complicándote menos. ¿No?
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